“Pero, ¿quién dices que Soy Yo?”- (Leer Mateo 16:1-20)
“Yo Soy el Señor; ése es mi nombre; y mi gloria no le daré a otro ” (Isaías 42-8);
“Yo Soy el Señor, el Dios de toda carne “. (Jeremías 32:27)
Este Yo Soy dentro tuyo, el lector, esta conciencia de ser, es el Señor, el Dios de toda carne. Yo Soy es el que debe venir; deja de buscar otro. Mientras creas en un Dios aparte ti mismo, continuarás transfiriendo el poder de tu expresión a tus concepciones, olvidando que tú eres el que concibe.
El poder que concibe y lo que se concibe son uno, pero el poder de concebir es mayor que la concepción. Jesús descubrió esta gloriosa verdad cuando él declaró: “Yo y mi Padre somos uno, pero mi Padre es más grande que Yo.” El poder que se concibe a sí mismo como hombre, es más grande que su concepción. Todas las concepciones son limitaciones del concebidor.
“Antes de que Abraham fuera, Yo Soy”. Antes que el mundo fuera, Yo Soy. “
La conciencia precede a todas las manifestaciones y es el apoyo sobre el cual descansa toda manifestación. Para eliminar las manifestaciones todo lo que se requiere de ti, el concebidor, es retirar tu atención de la concepción. En lugar de: “Fuera de la vista, fuera de la mente” en realidad es “Fuera de la mente, fuera de la vista”. La manifestación permanecerá a la vista solo mientras gaste la fuerza con la que el concebidor – Yo Soy – originalmente la dotó. Esto se aplica a toda creación, desde el electrón infinitesimalmente pequeño hasta el universo infinitamente grande.
“Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”. Sí, este Yo Soy, tu conciencia de ser, es Dios, el único Dios. Yo Soy es el Señor, el Dios de toda Carne, de toda manifestación.
Esta presencia, tu conciencia incondicionada, no comprende ni principio ni fin; las limitaciones solo existen en la manifestación. Cuando te das cuenta de que esta conciencia es tu ser eterno, sabrás que antes de que Abraham fuera, Yo Soy.
Comienza a entender por qué se te dijo: “Ve y haz lo mismo”. Comienza ahora a identificarte con esta presencia, tu conciencia, como la única realidad. Todas las manifestaciones son aparentes; tú como hombre no tienes más realidad que lo que tu ser eterno, Yo Soy, cree ser.
“¿Quién dices que Soy Yo?” Esto no es una pregunta hecha hace dos mil años. Es la eterna pregunta dirigida a la manifestación por el concebidor. Es tu verdadero ser, tu conciencia de ser, preguntándote su presente concepción de sí misma, “¿Quién crees que es tu conciencia?” Esta respuesta puede definirse solo dentro de ti mismo, independientemente de la influencia de otro.
Yo Soy (tu verdadero ser) no está interesado en la opinión del hombre. Todo su interés descansa en su convicción de sí mismo. ¿Qué dices del Yo Soy dentro de ti? ¿Puedes responder y decir, “Yo Soy Cristo”? Tu respuesta o el grado de comprensión determinará el lugar que ocuparás en la vida. ¿Dices o crees que eres un hombre de cierta familia, raza, nación, etc? ¿De verdad crees eso de ti mismo? Entonces la vida, el verdadero ser, hará que estas concepciones aparezcan en tu mundo y vivirás con ellas como si fueran reales.
“Yo Soy la puerta”. ” Yo soy el camino.” “Yo Soy la resurrección y la vida”. ” Ningún hombre o manifestación viene a mi Padre, salvo por mí “.
El Yo Soy (tu conciencia) es la única puerta a través de la cual cualquier cosa puede entrar en tu mundo. Deja de buscar signos. Los signos siguen; ellos no preceden. Comienza a invertir la declaración, “Ver para Creer” por “Creer para Ver” Comienza ahora a creer, no con esa confianza vacilante basada en la engañosa evidencia externa, sino con una firme confianza basada en la inmutable ley que tú puedes ser lo que deseas ser. Te darás cuenta que no eres una víctima del destino, sino una víctima de la fe (la tuya).
Sólo a través de una puerta aquello que buscas puede pasar al mundo de la manifestación. Yo Soy la puerta. Tu conciencia es la puerta, entonces debes hacerte consciente de ser y tener aquello que deseas ser y tener. Cualquier intento de realizar tus deseos de maneras que no sean a través de la puerta de la conciencia, te convierte en ladrón y te robas a ti mismo. Cualquier expresión que no se sienta, es antinatural. Antes de que cualquier cosa aparezca, Dios, Yo Soy, se siente ser aquello que desea; y luego la cosa sentida, aparece. Es resucitado; levantado de la nada.
Yo Soy rico, pobre, saludable, enfermo, libre, confinado, fueron primero que todo, impresiones o condiciones sentidas antes que se convirtieran en expresiones visibles. Tu mundo es tu conciencia manifestada. No pierdas el tiempo tratando de cambiar el exterior; cambia el interior y el exterior o expresión se ocupará de sí mismo. Cuando la verdad de esta afirmación te ilumine, tú sabrás que has encontrado la palabra perdida, o la llave de cada puerta. Yo Soy (tu conciencia) es la mágica palabra perdida que hizo la carne en la semejanza de lo que eres consciente de ser.
Yo Soy él. Ahora mismo te estoy eclipsando a ti, el lector, mi templo viviente, con mi presencia, instándote a una nueva expresión. Tus deseos son mis palabras habladas. Mis palabras son espíritu y son verdaderas y ellas no volverán a mí vacías, sino que será prosperada en aquello para que la envié. Ellas no son algo para resolver. Son prendas que el Yo – tu ser sin rostro y sin forma – viste. He aquí, yo, vestido de tu deseo, me paro en la puerta (tu conciencia) y golpeo. Si escuchas mi voz y me abres (reconoces a tu salvador) Yo voy a entrar en ti y cenaré contigo y tú conmigo.
Cómo se cumplirán mis palabras – tus deseos- eso no te concierne. Mis palabras tienen maneras que tú no conoces. No podemos averiguar sus maneras. Todo lo que se requiere de ti, es creer. Cree que tus deseos son las vestimentas que usa tu salvador. Tu creencia de que tú eres ahora lo que deseas ser, es una prueba de tu aceptación de los regalos de la vida. Tú has abierto la puerta a tu Señor – vestido en tu deseo – para que entre en el momento en que estableces esta creencia.
Cuando oren, crean que han recibido y recibirán. Todas las cosas son posibles para el que cree. Haz posible lo imposible a través de tu creencia; y lo imposible (para los demás) se materializará en tu mundo.
Todos los hombres han tenido pruebas del poder de la fe. La fe que mueve montañas es la fe en ti mismo. Ningún hombre tiene fe en Dios si carece de confianza en sí mismo. Tu fe en Dios se mide por tu confianza en ti mismo. Yo y mi Padre somos uno, el hombre y su Dios son uno, conciencia y manifestación son uno.
Y Dios dijo: “Que haya un firmamento en medio de las aguas.” En medio de todas las dudas y las cambiantes opiniones de los demás, que haya una convicción, una firme creencia, y verás la tierra seca; tu creencia aparecerá. La recompensa es para el que persevera hasta el fin. Una convicción no es convicción si puede ser sacudida. Tu deseo será como nubes sin lluvia a menos que creas.
Tu conciencia incondicionada o Yo Soy es la Virgen María que no conocía a hombre y sin embargo, sin ayuda de hombre, concibió y dio a luz un hijo. María, la conciencia condicionada deseaba y luego se hizo consciente de ser el estado condicionado que ella deseaba expresar, y de una manera desconocida para los demás se convirtió en eso. Ve y haz lo mismo; asume la conciencia de ser lo que deseas ser y tú también darás a luz a tu salvador. Cuando se hace la anunciación, cuando el deseo está sobre ti, cree que es la personificación de la palabra hablada de Dios a través de ti. Ve, no le digas a nadie de esta cosa santa que has concebido. Guarda tu secreto dentro de ti y magnifica al Señor, magnifica o cree que tu deseo es tu salvador que viene para estar contigo.
Cuando esta creencia está tan firmemente establecida que te sientas confiado en los resultados, tu deseo se encarnará a sí mismo. Cómo se hará, nadie lo sabe. Yo – tu deseo – tiene maneras que no conoces; mis caminos son insondables. Tu deseo puede ser comparado con una semilla, y las semillas contienen dentro de sí mismas tanto el poder como el plan de autoexpresión. Tu conciencia es el suelo. Estas semillas se siembran con éxito solamente si, después de haber afirmado ser y tener aquello que deseas, confiadamente esperas los resultados, sin ningún pensamiento ansioso.
Si me elevo en la conciencia a la naturalidad de mi deseo, automáticamente atraeré la manifestación hacia mí. La conciencia es la puerta a través de la cual la vida se revela a sí misma. La conciencia siempre se exterioriza a sí misma.
Ser consciente de ser o tener algo, es ser o tener aquello de lo que eres consciente de ser o tener. Por lo tanto, elévate a la conciencia de tu deseo y lo verás manifestarse automáticamente.
Para hacer esto, debes negar tu identidad actual. “Deja que se niegue a sí mismo”. Niegas una cosa al sacar tu atención lejos de eso. Al soltar una cosa, un problema o el ego de la conciencia, habitas en Dios -Dios siendo Yo Soy.
“Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”. Cree, siente que Yo Soy; conoce que este conocedor dentro tuyo, tu conciencia de ser, es Dios. Cierra tus ojos y siéntete sin rostro, sin forma y sin figura. Acércate a esta quietud como si fuera lo más fácil del mundo. Esta actitud asegurará tu éxito.
Cuando todo pensamiento de problema o del ser, ha caído de tu conciencia porque ahora estás absorto o perdido en la sensación de solo ser Yo Soy, entonces comienza en este estado sin forma, a sentirte ser lo que tú deseas ser, “Yo Soy ese Yo Soy “.
En el momento en que alcanzas un cierto grado de intensidad, que realmente te sientas ser el nuevo concepto, este nuevo sentimiento o conciencia se establece y a su debido tiempo se personificará en el mundo de la forma. Esta nueva percepción se expresará tan naturalmente como ahora expresas tu identidad actual. Para expresar naturalmente las cualidades de una conciencia, debes habitar o vivir dentro de esa conciencia. Apropiarse haciéndose uno con eso. Sentir intensamente algo y luego descansar con confianza que es, hace que lo que se siente aparezca dentro de tu mundo. “Estaré en mi puesto de guardia y veré la salvación del Señor.” Me mantendré firme en mi sentimiento, convencido que es así, y veré aparecer mi deseo.
“Un hombre no puede recibir nada (ninguna cosa) excepto que le sea dado desde el cielo”. Recuerda el cielo es tu conciencia; el Reino de los Cielos está dentro de ti. Es por eso que estás en contra de llamar a cualquier hombre Padre; tu conciencia es el Padre de todo lo que eres. También se te dice: “No saluden a ningún hombre en el camino”. No veas a ningún hombre como una autoridad. ¿Por qué deberías pedir permiso a un hombre para expresar, cuando te das cuenta de que tu mundo, en cada detalle, es originado dentro de ti y es sostenido por ti como el único centro de concepción?
Todo tu mundo puede ser comparado a un espacio solidificado que refleja las creencias y lo que aceptas como proyectado por una presencia sin forma y sin rostro, a saber, Yo Soy. Redúcelo todo a su sustancia primordial y no quedaría nada más que tú, una presencia sin dimensiones, el concebidor.
El concebidor es una ley aparte. Las concepciones bajo tal ley, no deben medirse por logros pasados o modificado por capacidades actuales porque, sin tomar ningún pensamiento, la concepción de una manera desconocida para el hombre se expresa a sí misma.
Anda secretamente y aprópiate de la nueva conciencia. Siéntete a ti mismo serlo y las anteriores limitaciones desaparecerán tan completamente y tan fácilmente, como la nieve en un caluroso día de verano. Tú ni siquiera te acordarás de las anteriores limitaciones; nunca fueron parte de esta nueva conciencia. Este renacimiento es al que Jesús se refirió cuando le dijo a Nicodemo: “Debes nacer de nuevo”, esto no era más que mudarse de un estado de conciencia a otro.
“Todo lo que pidas en mi nombre, eso haré “. Esto ciertamente no significa pedir en palabras, pronunciando los sonidos con los labios, Dios o Jesucristo, porque millones han pedido de esta manera sin resultados. Sentirse siendo algo, es haber pedido en su nombre. Yo Soy es la presencia sin nombre. Sentirse rico es pedir riqueza en su nombre. Yo Soy no está condicionado. No es ni rico ni pobre, ni fuerte ni débil. En otras palabras, en él no hay ni griego ni judío, atadura ni libertad, masculino ni femenino. Todas estas son concepciones o limitaciones de lo ilimitado y, por lo tanto, los nombres de lo sin-nombre. Sentirte como si fueras, es pedirle al sin-nombre, Yo Soy, que exprese ese nombre o naturaleza. “Todo lo que pidas en mi nombre, apropiándote de la naturaleza de lo deseado, yo te lo daré”.