Mis experiencias místicas me han convencido de que no hay otra forma de atraer la perfección externa que buscamos, que no sea mediante la transformación de nosotros mismos. En el momento en que conseguimos transformarnos a nosotros mismos, el mundo se desvanecerá mágicamente ante nuestros ojos y se remodelará en armonía con lo que afirma nuestra trasformación.
En la economía divina nada se pierde. No podemos perder nada sino por el descenso de la esfera donde la cosa tiene su vida natural. No hay poder transformador en la muerte y, estemos aquí o allá, modelamos el mundo que nos rodea por la intensidad de nuestra imaginación y sentimiento, e iluminamos u oscurecemos nuestra vida por los conceptos que sostenemos de nosotros mismos. Nada es más importante para nosotros que la concepción que tenemos de nosotros mismos, esto es especialmente cierto en lo que respecta a nuestro concepto del Uno dimensionalmente más grande dentro nuestro.
Aquellos que nos ayudan o nos obstaculizan, ya sea que lo sepan o no, son los sirvientes de esa ley que moldea las circunstancias externas en armonía con nuestra naturaleza interna. Es nuestro concepto de nosotros mismos lo que nos libera o nos encadena, aunque puede usar agencias materiales para lograr su propósito.
Ya que la vida moldea el mundo externo para reflejar la disposición interna de nuestras mentes, no hay manera de lograr la perfección externa que buscamos, si no es mediante la transformación de nosotros mismos. Ninguna ayuda viene de afuera; las colinas a las que alzamos nuestros ojos son las de un rango interno. Es a nuestra propia conciencia a la que debemos volvernos como la única realidad, al único fundamento sobre el que pueden explicarse todos los fenómenos. Podemos confiar absolutamente en la justicia de esta ley, que nos dará solo lo que es de la naturaleza de nosotros mismos.
Intentar cambiar el mundo antes de cambiar nuestro concepto de nosotros mismos es luchar contra la naturaleza de las cosas. No puede haber un cambio externo mientras no haya primero un cambio interno. Como es adentro, así es fuera. No estoy abogando por la indiferencia filosófica cuando sugiero que nos imaginemos a nosotros mismos que ya somos lo que queremos ser, viviendo en una atmósfera mental de grandeza, en lugar de utilizar medios físicos y argumentos para lograr el cambio deseado. Todo lo que hacemos, si no va acompañado de un cambio de conciencia, no es más que un inútil reajuste de superficies. Por mucho que nos esforcemos o luchemos, no podemos recibir más de lo que afirman nuestras asunciones. Protestar contra cualquier cosa que nos suceda es protestar contra la ley de nuestro ser y nuestro dominio sobre nuestro propio destino.
Las circunstancias de mi vida están demasiado relacionadas con el concepto que tengo de mí mismo como para no haber sido formadas por mi propio espíritu desde algún almacén dimensionalmente más grande de mi ser. Si hay dolor para mí en estos acontecimientos, yo debería buscar la causa dentro de mí mismo, porque yo me muevo aquí y allí y vivo en un mundo en armonía con mi concepto de mí mismo.
La meditación intensa produce una unión con el estado contemplado y durante esta unión vemos visiones, tenemos experiencias y nos comportamos de acuerdo con nuestro cambio de conciencia. Esto nos muestra que una transformación de la conciencia tendrá como resultado un cambio de entorno y comportamiento.
Extracto de “La Búsqueda” por Neville Goddard