“Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará abiertamente”. – Mateo 6: 6.
“Todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido y les serán concebidas”. – Marcos 11:24.
La oración es la experiencia más maravillosa que el hombre puede tener. A diferencia de los susurros diarios de la gran mayoría de la humanidad en todas las tierras, quienes mediante sus vanas repeticiones esperan ganar el oído de Dios, la oración es el éxtasis de una boda espiritual que tiene lugar en la quietud profunda y silenciosa de la conciencia. En su verdadero sentido, la oración es la ceremonia de matrimonio de Dios. Así como una doncella en el día de su boda renuncia al nombre de su familia para asumir el nombre de su esposo, de la misma manera, aquel que reza debe renunciar a su actual nombre o naturaleza y asumir la naturaleza de aquello por lo cual reza.
Los evangelios han instruido claramente al hombre en cuanto a la realización de esta ceremonia de la siguiente manera: “Cuando ores, ve adentro en secreto y cierra la puerta, y tu Padre que ve en secreto te recompensará abiertamente”. El ir dentro es la entrada de la cámara nupcial. Así como a nadie más que a la novia y al novio se les permite entrar a una habitación tan santa como la suite nupcial en la noche de la ceremonia de matrimonio, de la misma manera, nadie más que al que ora y aquello por lo que ora se les permite entrar en la hora santa de oración. Como la novia y el novio al entrar en la suite nupcial cierran la puerta contra el mundo exterior, así también el que entra en la hora santa de la oración debe cerrar la puerta de los sentidos y excluir completamente el mundo que lo rodea. Esto se logra al quitar completamente la atención de todas las cosas que no sean aquellas de las que ahora estás enamorado (lo que deseas).
La segunda fase de esta ceremonia espiritual se define con estas palabras: “Cuando oren, crean que ya lo recibieron y lo recibirán”. Al contemplar con alegría el ser y tener aquello que desea ser y tener, tú has dado este segundo paso y, por lo tanto, está realizando espiritualmente los actos de matrimonio y generación.
Tu actitud mental receptiva mientras oras o contemplas puede compararse con una novia o útero porque es ese aspecto de la mente el que recibe las impresiones. Aquello que contemplas ser es el novio, porque es el nombre o naturaleza que asumes y por lo tanto es lo que deja su fecundación; por lo que uno muere a la virginidad o la presente naturaleza como uno asume el nombre y la naturaleza de la fecundación.
Perdido en la contemplación y habiendo asumido el nombre y la naturaleza de aquello que se contempla, todo tu ser se emociona con la alegría de serlo. Esta emoción que recorre todo tu ser a medida que te apropias de la conciencia de tu deseo es la prueba de que estás casado y fecundado. Cuando regresas de esta meditación silenciosa, la puerta vuelve a abrirse al mundo que dejaste atrás. Pero esta vez vuelves como una novia embarazada. Tú entras al mundo como un ser cambiado y, aunque nadie más que tú sabe de este maravilloso romance, el mundo verá muy pronto los signos de tu embarazo, ya que comenzarás a expresar aquello que, en tu hora de silencio, sentiste ser.
La madre del mundo o la novia del Señor deliberadamente se llama María, o agua, porque el agua pierde su identidad al asumir la naturaleza de aquello con lo que se mezcla; asimismo María, la actitud receptiva de la mente, debe perder su identidad al asumir la naturaleza de lo deseado. Sólo cuando uno está dispuesto a renunciar a sus limitaciones e identidad actuales puede convertirse en aquello que desea ser. La oración es la fórmula por la cual se logran tales divorcios y matrimonios.
“Si dos se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa, se establecerá en la tierra”. Los dos que están de acuerdo son tú, la novia y la cosa deseada, el novio. Cuando se logra este acuerdo nacerá un hijo, dando testigo de esta unión. Tú comienzas a expresar y poseer aquello de lo que eres consciente. Orar, entonces, es reconocerse a sí mismo como lo que deseas ser en lugar de suplicar a Dios por aquello que deseas.
Millones de oraciones diariamente se quedan sin respuesta porque el hombre ora a un Dios que no existe. Sabiendo que la conciencia es Dios, entonces uno debe buscar en la conciencia lo deseado, al asumir la conciencia de la cualidad deseada. Solo cuando uno hace esto, sus oraciones serán respondidas. Ser consciente de ser pobre mientras rezas por riquezas, es ser recompensado con aquello de lo que eres consciente, es decir, la pobreza. Las oraciones para ser exitosas deben ser reclamadas y apropiadas. Asume la positiva conciencia de lo deseado.
Con tu deseo definido, silenciosamente anda dentro y cierra la puerta detrás de ti. Piérdete en tu deseo; siente que eres uno con eso; permanece en esta fijación hasta que hayas absorbido la vida y el nombre al afirmar y sentir que eres y tienes aquello que deseabas. Cuando salgas de la hora de oración, debes hacerlo consciente de ser y poseer aquello que hasta ahora deseabas.