Las plegarias no son realizadas exitosamente a menos que haya afinidad entre las mentes consciente y subconsciente del operador. Esto se hace a través de la imaginación y la fe.
Por el poder de imaginación todos los hombres, ciertamente los hombres imaginativos, están siempre lanzando encantamientos, y todos los hombres, especialmente los hombres poco imaginativos, están continuamente pasando por debajo de su poder. ¿Podemos estar seguros que no fue nuestra madre mientras nos zurcía los calcetines la que empezó ese sutil cambio en nuestras mentes? Si yo, involuntariamente, puedo lanzar un encantamiento sobre las personas, no hay razón para dudar de que yo soy capaz de lanzar intencionalmente un encantamiento mucho más fuerte.
Todo lo que puede ser visto, tocado, explicado, discutido, para el hombre imaginativo es nada más que un medio, pues el funciona en razón de su imaginación controlada, en la profundidad de sí mismo donde toda idea existe en sí misma y no en relación a algo más. En él no hay necesidad para las restricciones de la razón, pues la única restricción que él puede obedecer es el misterioso instinto que le enseña a eliminar todos los estados emocionales distintos al ánimo del deseo cumplido.
La imaginación y la fe son las únicas facultades de la mente necesarias para crear condiciones objetivas. La fe requerida para la exitosa operación de la ley de la consciencia, es una fe puramente subjetiva y es alcanzable con la suspensión de la oposición activa de parte de la mente objetiva del operador. Depende de tu habilidad de sentir y aceptar como verdad lo que tus sentidos objetivos niegan. Ni la pasividad del sujeto, ni su acuerdo consciente con su sugestión son necesarios, pues sin su consentimiento o conocimiento se le puede dar una orden subjetiva, la cual debe expresar objetivamente. Es una ley fundamental de la conciencia que por telepatía podemos tener inmediata comunión con otro.
Para establecer afinidad tú llamas al sujeto mentalmente. Enfocas tu atención en él y mentalmente dices su nombre tal como lo harías si trataras de atraer la atención de alguien. Imagina que él te ha respondido, y mentalmente escucha su voz. Represéntalo interiormente en el estado que quieres que obtenga. Entonces imagina que te está diciendo en el tono de una conversación común lo que tú quieres oír. Respóndele mentalmente. Cuéntale de tu dicha en atestiguar su buena fortuna. Habiendo escuchado mentalmente, con toda la distinción de realidad aquello que querías oír, y habiéndote emocionado con las noticias escuchadas, vuelve a tu conciencia objetiva. Tu conversación subjetiva debe despertar eso que afirma.
“Decretarás una cosa y será establecida en ti”. No es una fuerte voluntad la que envía la palabra subjetiva en su misión tanto como un claro pensamiento y sentimiento de la verdad del estado afirmado. Cuando la creencia y la voluntad están en conflicto, la creencia vence invariablemente.
“No por fuerza, no por poder, sino por mi espíritu, dijo el Señor de las huestes” [Zacarías 4:6]
No es lo que quieres lo que atraes; atraes lo que crees verdadero. Por eso, entra en el espíritu de esas conversaciones mentales y dales el mismo grado de realidad que concederías a una conversación telefónica. “Si puedes creer, todas las cosas son posibles a quien cree. Por eso te digo, lo que sea que desees, cuando ores, cree que ya lo recibiste, y lo tendrás”. La aceptación del fin manda los medios. Y la más sabia reflexión no podría planear medios más efectivos que aquellos que son ordenados por la aceptación del fin. Mentalmente habla con tus amigos como si tus deseos para ellos estuvieran ya realizados.
La imaginación es el inicio del crecimiento de todas las formas, y la fe es la sustancia de la cual están formadas. Por la imaginación, aquello que existe en estado latente o que duerme dentro de lo profundo de la consciencia, es despertado y se le da forma. La sanación atribuida a la influencia de ciertas medicinas, reliquias y lugares, son los efectos de la imaginación y la fe. El poder curativo no está en el espíritu que está en ellos, está en el espíritu con que ellos son aceptados. “La letra mata, pero el espíritu da vida”. [ 2 Corintios 3:6]
La mente subjetiva es completamente controlada por sugestión, entonces, ya sea el objeto de tu fe verdadero o falso, obtendrás los mismos resultados. No hay nada deplorable en la teoría de la medicina o en las afirmaciones del clero sobre sus reliquias y lugares santos. La mente subjetiva del paciente acepta la sugestión de la salud condicionada a tales estados, y tan pronto como esas condiciones se dan, procede a realizar la salud. “De acuerdo a tu fe será hecho en ti, pues todas las cosas son posibles para quien cree”. La expectación confiada de un estado es el medio más potente de producirlo. La expectación confiada de una cura hace aquello que ningún tratamiento médico puede lograr.
El fracaso se debe siempre a una autosugestión antagónica por el paciente, que surge de la duda objetiva sobre el poder de la medicina o la reliquia, o de la duda sobre la verdad de la teoría. Muchos de nosotros, ya sea por muy poca emoción o por demasiado intelecto – ambos son obstáculos en el camino de la plegaria- no podemos creer aquello que nuestros sentidos niegan. Forzarnos a creer termina en mayor duda. Para evitar tales contra-sugestiones el paciente debe estar objetivamente inconsciente de las sugestiones que se hacen para él.
El método más efectivo de sanación o de influencia del comportamiento de otros, consiste en lo que se conoce como “el tratamiento silencioso o ausente”. Cuando el sujeto no está al corriente – objetivamente – de la sugestión que le es dirigida, no hay posibilidad de que establezca una creencia antagónica. No es necesario que el paciente sepa objetivamente que se está haciendo algo para él. Por lo que se sabe de los procesos de razonamiento subjetivo y objetivo, es mejor que él no sepa objetivamente sobre aquello que está siendo hecho para él. Mientras más se mantenga en la ignorancia de la sugestión a la mente objetiva, mejor la mente subjetiva va a llevar a cabo sus funciones. El sujeto subconscientemente acepta la sugestión y piensa que él la origina, probando la verdad del dicho de Spinoza que “no conocemos las causas que determinan nuestras acciones”.
La mente subconsciente es el conductor universal que el operador modifica con sus pensamientos y sentimientos. Los estados visibles son bien los efectos vibratorios de vibraciones subconscientes dentro de ti o son las causas vibratorias de vibraciones correspondientes dentro de ti. Un hombre disciplinado nunca les permite ser causas a menos que despierten en él un estado de conciencia deseable. Con conocimiento de la ley de reversibilidad, el hombre disciplinado transforma su mundo imaginando y sintiendo sólo lo que es amable y de buen nombre. La bella idea que él despierta dentro de sí mismo, no fallará en evocar su afinidad en otros. Él sabe que el salvador del mundo no es un hombre sino la manifestación que lo salvará. El salvador del enfermo es la salud, el salvador del hambriento es el alimento, el salvador del sediento es el agua. Él camina en compañía de su salvador asumiendo el sentimiento de su deseo cumplido. Por las leyes de reversibilidad, que todas las transformaciones de fuerza son reversibles, la energía o sentimiento despertado se transforma a sí mismo en el estado imaginado. Él nunca espera cuatro meses para la cosecha. Si en cuatro meses la cosecha despertará en él un estado de dicha, entonces, inversamente, la dicha de la cosecha ahora, despertará la cosecha ahora. “Ahora es el tiempo aceptable de dar belleza por cenizas, dicha por lamento, alabanza por el espíritu de la gravedad; que ellos puedan ser llamados arboles de la rectitud, la plantación del Señor, que él pueda ser glorificado”.