Este libro no estaría completo sin alguna discusión sobre el fracaso en el intento de usar la ley de la asunción.
Es completamente posible que ya hayas tenido o tendrás un número de fracasos en este sentido – muchos de ellos en asuntos importantes.
Si, habiendo leído este libro, habiendo tenido un profundo conocimiento de la aplicación y funcionamiento de la ley de la asunción, la aplicas fielmente con la intención de obtener un intenso deseo y fallas, ¿cuál es la razón? Si a la pregunta “¿Persististe lo suficiente?” tú puedes responder “Si” – y aun así no has obtenido la realización de tu deseo, ¿cuál es la razón del fracaso?
La respuesta a esto es el factor más importante en el uso exitoso de la ley de la asunción.
El tiempo que toma tu asunción en convertirse en hecho, en cumplirse tu deseo, es directamente proporcional a la naturalidad de tu sentimiento de ya ser lo que deseas ser – de ya tener lo que deseas.
El hecho de que no se sienta natural para ti ser aquello que imaginas ser, es el secreto de tu fracaso.
Independiente de lo que desees, independiente de que tan fielmente e inteligentemente sigas la ley, si no sientes natural aquello que deseas ser, no lo serás. Si no se siente natural para ti obtener un trabajo mejor, no obtendrás un trabajo mejor. Todo el principio es bien expresado en la frase de la Biblia “morirás en tus pecados” [Juan 8:24] – no trasciendes de tu nivel presente al del estado deseado.
¿Cómo se puede obtener este sentimiento de naturalidad? El secreto yace en una palabra – imaginación. Por ejemplo, esta es una ilustración muy simple: imagina que estas encadenado a un pesado banco de hierro. Tú no podrías correr, de hecho, no podrías ni caminar. En estas circunstancias no sería natural para ti correr. No podrías ni siquiera sentir que es natural para ti correr. Pero podrías fácilmente imaginarte corriendo. En ese instante, mientras tu conciencia está llena con tu carrera imaginada, te has olvidado que estás encadenado. En tu imaginación, correr fue completamente natural.
El sentimiento esencial de naturalidad puede ser obtenido llenando persistentemente tu conciencia con imaginación – imaginando que ya eres aquello que quieres ser o teniendo aquello que deseas.
El progreso sólo puede surgir de tu imaginación, de tu deseo de trascender tu presente nivel. Lo que realmente y literalmente debes sentir es que con tu imaginación, todas las cosas son posibles.
Debes darte cuenta que los cambios no son causados por capricho, sino por un cambio de conciencia. Podrás fallar en obtener o sostener el particular estado de conciencia necesario para producir el efecto de tu deseo. Pero, una vez que sabes que la conciencia es la única realidad y es el único creador de tu mundo particular, y has grabado esta verdad en tu ser completamente, entonces sabrás que el éxito o el fracaso están enteramente en tus propias manos.
Si eres o no bastante disciplinado como para sostener el requerido estado de conciencia en instancias específicas, no tiene nada que ver con la verdad de la ley misma – que una asunción, si se persiste en ella, se manifestará en hecho.
La certeza de la verdad de esta ley debe permanecer a pesar de grandes decepciones y tragedias – aun cuando “veas la luz de la vida apagarse y todo el mundo seguir como si todavía fuera de día”. No debes creer que, porque tu asunción falló en materializarse, la verdad de que las asunciones se materializan es mentira. Si tus asunciones no son cumplidas, es por algún error o debilidad en tu conciencia. No obstante, estos errores y debilidades pueden superarse.
Por lo tanto, persiste en obtener niveles más altos sintiendo que ya eres la persona que quieres ser. Y recuerda que el tiempo que lleva tu asunción en materializarse es proporcional a la naturalidad de ya serlo.
“El hombre se rodea con la verdadera imagen de sí mismo. Cada espíritu construye para sí mismo una casa y más allá de la casa un mundo y más allá del mundo, un cielo. Debes saber entonces, que el mundo existe para ti. Para ti el fenómeno es perfecto. Lo que somos, es lo único que podemos ver. Todo lo que tenía Adán, todo lo que podía el César, tú lo tienes y lo puedes hacer. Adán llamó a su casa, cielo y tierra. El César llamó a su casa, Roma; tú quizás llamas a la tuya un oficio de zapatero; unos cientos de acres en tierras o un desván de estudiante. Aun así, línea por línea y punto por punto, tu dominio es tan grande como el de ellos, aunque sin un gran nombre. Construye, por lo tanto, tu propio mundo. Tan pronto como ajustes tu vida a la idea pura en tu mente, así se desplegará en gran proporción.” -Emerson.