El secreto de sentir o de llamar lo invisible a estados visibles es hermosamente relatado en la historia de Isaac bendiciendo a su segundo hijo Jacob, creyendo que estaba bendiciendo a su primer hijo, Esaú, basándose únicamente en el sentir. (Génesis 27: 1-35).
Se registra que Isaac, que era viejo y ciego, sintió que ya estaba a punto de dejar este mundo, y deseando bendecir a su primer hijo Esaú, antes de morir, mandó a Esaú a cazar un venado con la promesa que cuando volviera de la caza recibiría la bendición de su padre.
Ahora bien, Jacob, que deseaba la primogenitura o el derecho de nacimiento por medio de la bendición de su padre, escuchó la petición de venado de su padre ciego y su promesa a Esaú. Así que, mientras Esaú iba a cazar el venado, Jacob mató y vistió un cabrito del rebaño de su padre.
Colocando las pieles sobre su cuerpo lampiño, para dar la sensación de su peludo y áspero hermano Esaú, llevó el cabrito sabrosamente preparado a su padre ciego Isaac. Entonces Isaac, que dependía únicamente de su sentido del tacto, confundió a su segundo hijo Jacob con su primer hijo Esaú, y pronunció su bendición sobre Jacob. Esaú, al regresar de la cacería, se enteró de que su hermano Jacob, de piel suave, lo había suplantado, así que apeló a su padre para que se le hiciera justicia; pero Isaac le respondió y dijo:
“Tu hermano vino con engaño y se ha llevado tu bendición” (Génesis 27: 35).
“He aquí, yo lo he puesto por Señor tuyo y le he dado por siervos a todos sus parientes” (Génesis 27: 37).
La simple decencia humana nos debería decir que esta historia no puede ser tomada literalmente. En alguna parte de este acto desleal y despreciable de Jacob debe haber un mensaje oculto. El mensaje oculto, la fórmula del éxito escondida en esta historia, fue intuitivamente revelada al escritor de esta manera. Isaac, el padre ciego, es tu conciencia, tu conciencia de ser. Esaú, el hijo peludo, es tu presente mundo materializado, lo áspero o sensorialmente sentido —el momento presente, el presente entorno, tu presente concepto de ti mismo—, en definitiva, el mundo que conoces en razón de tus sentidos objetivos. Jacob, el joven de piel suave, el segundo hijo, es tu deseo o estado subjetivo, una idea aún no encarnada, un estado subjetivo que se percibe y se siente pero que no se conoce ni se ve objetivamente; un punto en el tiempo y espacio removido del presente. En resumen, Jacob es tu objetivo definido. El joven de piel suave Jacob —o estado subjetivo buscando la encarnación o el derecho de nacimiento— cuando es sentido o bendecido adecuadamente por su padre (cuando es sentido y fijado conscientemente como real) se materializa; y al hacerlo, suplanta al peludo y áspero Esaú, o el anterior estado materializado. Dos cosas no pueden ocupar un mismo lugar al mismo tiempo, así que cuando lo invisible se hace visible, el estado anteriormente visible se desvanece.
Tu conciencia es la causa de tu mundo. El estado de conciencia en el cual permaneces determina el tipo de mundo en el que vives. Tu presente concepto de ti mismo está ahora materializado como tu entorno y este estado es simbolizado como Esaú, el peludo, el sensorialmente sentido; el primer hijo. Aquello que deseas ser o poseer es simbolizado como tu segundo hijo, Jacob, el joven de piel suave y sin pelos, el cual todavía no se ve, pero que es subjetivamente sentido y palpado, y que, si es tocado de la manera correcta, suplantará a su hermano Esaú, o tu mundo presente.
Siempre ten en cuenta el hecho de que Isaac, el padre de estos dos hijos o estados, es ciego. Él no ve a su hijo de piel suave Jacob, solo lo siente. A través del sentido del tacto, él realmente cree que Jacob, el subjetivo, es Esaú, el real, el materializado.
Tú no ves tu deseo materializado, simplemente lo sientes (lo tocas) subjetivamente. Tú no andas a tientas en el espacio buscando un estado deseado. Tal como Isaac, te quedas quieto y envías a tu primer hijo a cazar, retirando tu atención de tu mundo objetivo. Luego, en ausencia de tu primer hijo, Esaú, invitas al estado deseado, tu segundo hijo, Jacob, para que se acerque y así lo puedes sentir.
“Te ruego que te acerques para palparte, hijo mío” (Génesis 27: 21).
Primero, te haces consciente de él en tu entorno inmediato, luego, lo traes cada vez más cerca, hasta que lo percibes y lo sientes en tu presencia inmediata, entonces es real y natural para ti.
“Si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18: 19).
Los dos se ponen de acuerdo a través del sentido del tacto; y el acuerdo es establecido en la tierra, se materializa, se hace real.
Los dos que se ponen de acuerdo son Isaac y Jacob —tú y aquello que deseas—; y el acuerdo se establece únicamente en el sentido del tacto.
Esaú simboliza tu mundo presente materializado, ya sea placentero o no.
Jacob simboliza todos y cualquiera de los deseos de tu corazón.
Isaac simboliza tu verdadero ser —con los ojos cerrados al mundo presente— en el acto de percibir y sentirte a ti mismo siendo o teniendo aquello que deseas ser o tener.
El secreto de Isaac —el estado que percibe y siente— es simplemente el acto de separar mentalmente lo que se siente con los sentidos (tu estado físico actual) de lo que se siente sin los sentidos (aquello que te gustaría ser).
Con los sentidos físicos firmemente cerrados, Isaac lo hizo; y tú puedes hacer que lo que no se siente con los sentidos (el estado subjetivo) sea real o conocido por los sentidos, porque la fe es conocimiento.
Conocer la ley de autoexpresión, la ley por la cual lo invisible se hace visible, no es suficiente. Debe ser aplicada, y éste es el método de aplicación:
Primero: Envía de caza a tu primer hijo, Esaú, tu mundo presente materializado o tu problema. Esto se logra simplemente cerrando los ojos y sacando tu atención de las limitaciones materializadas. A medida que tus sentidos son removidos de tu mundo materializado, éste desaparece de tu conciencia o se va de caza.
Segundo: con los ojos aun cerrados y tu atención alejada del mundo que te rodea, fija conscientemente el tiempo natural y el lugar para la realización de tu deseo.
Con tus sentidos físicos cerrados a tu entorno presente, tú puedes sentir y percibir la realidad de cualquier punto en el tiempo o espacio, porque ambos son psicológicos y pueden ser creados a voluntad. Es de vital importancia que la condición natural de tiempo-espacio de Jacob, es decir, el tiempo y el lugar natural para la realización de tu deseo, se fije primero en tu conciencia.
Si el domingo es el día en el cual aquello deseado debe ser realizado, entonces el domingo debe ser fijado ahora en la conciencia. Simplemente comienza a sentir que es domingo hasta que el silencio y la naturalidad del domingo sea conscientemente establecida.
Tú tienes asociaciones definidas con los días, semanas, meses y temporadas del año. Tú has dicho una y otra vez: “Hoy se siente como domingo, o lunes, o sábado; o esto se siente como la primavera, o el verano, o el otoño, o el invierno”. Esto debería convencerte de que tienes impresiones definidas y conscientes que asocias con los días, semanas y temporadas del año. Entonces, debido a estas asociaciones, puedes seleccionar cualquier tiempo deseable y, recordando la impresión consciente asociada con dicho tiempo, puedes hacer ahora una realidad subjetiva de ese tiempo.
Haz lo mismo con el espacio. Si la habitación en la que estás sentado no es la habitación en donde la cosa deseada estaría naturalmente situada o realizada, siéntete a ti mismo en la habitación o lugar donde sería natural. Fija conscientemente la impresión de este tiempo y espacio antes de que comiences el acto de sentir y percibir la cercanía, la realidad y la posesión de la cosa deseada. No importa si el lugar deseado está a diez mil kilómetros de distancia o tan solo en la puerta de al lado, tú debes fijar en la conciencia el hecho de que justo donde estás sentado es el lugar deseado.
Tú no haces un viaje mental; tú colapsas el espacio. Siéntate en silencio en el lugar donde estás y haz del “allí” – “aquí”. Cierra los ojos y siente que el preciso lugar donde estás, es el lugar deseado; siente y percibe su realidad hasta que estés conscientemente impresionado con este hecho, porque tu conocimiento de este hecho está basado solamente en tu percepción subjetiva.
Tercero: En la ausencia de Esaú (el problema) y con el tiempo-espacio natural ya establecido, tú invitas a Jacob (la solución) para que venga y llene este espacio —para que venga y suplante a su hermano.
En tu imaginación, observa la cosa deseada. Si no puedes visualizarla, siente la idea general de ella; contémplala. Luego mentalmente acércala a ti. “Te ruego que te acerques para palparte, hijo mío”.
Siente la cercanía del deseo; siente que está en tu presencia inmediata; siente la realidad y la solidez que tiene; siéntelo y obsérvalo naturalmente ubicado en la habitación en la que estás sentado, siente la emoción de realmente haberlo logrado y la alegría de poseerlo.
Ahora, abre los ojos. Esto te trae de vuelta a tu mundo físico —el mundo áspero o que se siente con los sentidos. Tu hijo peludo, Esaú, ha vuelto de la caza y por su presencia te dice que has sido engañado por tu hijo de piel suave, Jacob, el sentido subjetivamente y psicológicamente.
Pero, como Isaac, cuya confianza estaba basada en el conocimiento de esta ley inmutable, tú también dirás: “He aquí, yo lo he puesto por señor tuyo y le he dado por siervos a todos sus parientes”.
Es decir, aunque tus problemas parezcan fijos y reales, has sentido que el estado subjetivo, psicológico, es real hasta el punto de recibir la emoción de esa realidad; has experimentado el secreto de la creación porque has sentido la realidad de lo subjetivo. Has fijado un estado psicológico definido que, a pesar de toda oposición o precedente, se materializará a sí mismo, cumpliendo así el nombre de Jacob —el suplantador..
Aquí hay algunos ejemplos prácticos de este drama.
Primero: La bendición o la realización de una cosa.
Siéntate en tu sala de estar y nombra algún mueble, alfombra o lámpara que te gustaría tener en esta habitación en particular. Observa esa área de la habitación donde la colocarías si la tuvieras. Cierra los ojos y deja que desaparezca todo lo que ahora ocupa esa área de la habitación. En tu imaginación, mira a esta área como un espacio vacío, no hay absolutamente nada allí. Ahora comienza a llenar este espacio con el mueble deseado; siente y percibe que lo tienes en esta misma área, imagina que estás viendo aquello que deseas ver. Continúa en esta conciencia hasta que sientas la emoción de su posesión.
Segundo: La bendición o hacer realidad un lugar.
Ahora estás sentado en tu departamento en la ciudad de Nueva York, contemplando la alegría que tendrías si estuvieras en un crucero navegando a través del gran Atlántico.
“Y si me voy y preparo un lugar para ustedes, vendré otra vez y los tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estén también ustedes” (Juan 14: 2 y 3).
Tus ojos están cerrados; has abandonado conscientemente el departamento de Nueva York y en su lugar sientes y percibes que estás en un crucero. Tú estás sentado en una reposera; no hay nada alrededor tuyo, más que el vasto Atlántico. Fija la realidad de este barco y del océano para que, en este estado, tú puedas recordar mentalmente el día en que estabas sentado en tu departamento de Nueva York soñando con este día en el mar. Recuerda la imagen mental de ti mismo sentado allí en Nueva York soñando con este día. En tu imaginación mira la imagen del recuerdo de ti mismo allí en tu departamento de Nueva York. Si consigues mirar hacia atrás en tu apartamento de Nueva York sin volver allí conscientemente, entonces has preparado con éxito la realidad de este viaje.
Permanece en este estado consciente, sintiendo la realidad del barco y del océano; siente la alegría de este logro, luego abre tus ojos.
Has ido y has preparado el lugar; has fijado un estado psicológico definido y donde tú estás en la conciencia, allí también estarás en el cuerpo.
Tercero: La bendición o hacer realidad un punto en el tiempo.
Dejas ir conscientemente este día, mes o año, según sea el caso, y te imaginas que ahora es ese día, mes o año que deseas experimentar. Percibes y sientes la realidad del tiempo deseado, imprimiendo en ti mismo el hecho de que ya se ha cumplido. A medida que percibes la naturalidad de este tiempo, comienzas a sentir la emoción de haber realizado plenamente aquello que, antes de comenzar este viaje psicológico en el tiempo, deseabas experimentar en este momento.
Con el conocimiento de tu poder para bendecir, tú puedes abrir las puertas de cualquier prisión, de la prisión de la enfermedad, o de la pobreza, o de una monótona existencia.
“El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros” (Isaías 61: 1; Lucas 4: 18).