“Puedo más fácilmente enseñar a veinte lo que es bueno hacer, que ser uno de los veinte en seguir mi propia enseñanza. “- Shakespeare
Con esta confesión de mi mente, ahora te enseñaré cómo jugar el juego de la vida. La vida es un juego y, como todos los juegos, tiene sus objetivos y sus reglas.
En los pequeños juegos que los hombres inventan, como el cricket, el tenis, el béisbol, el fútbol, etc., las reglas pueden ser cambiadas de vez en cuando. Después de acordar los cambios, el hombre debe aprender las nuevas reglas y jugar el juego dentro del marco de las reglas aceptadas. Sin embargo, en el juego de la vida, las reglas no se pueden cambiar o romper. Sólo dentro del marco de sus fijas reglas universales y eternas se puede jugar el juego de la vida.
El juego de la vida se juega en el campo de juego de la mente. Al jugar un juego, lo primero que hacemos es preguntar: “¿Cuál es su objetivo y propósito?” y lo segundo, “¿Cuáles son las reglas del juego?”
En el juego de la vida, nuestro principal objetivo es hacia una mayor conciencia – una conciencia de cosas de mayor significado-; y nuestro segundo objetivo es alcanzar nuestras metas, realizar nuestros deseos. En cuanto a nuestros deseos, las reglas sólo indican la forma en que deberíamos realizarlos, pero los deseos en sí mismos deben ser un asunto del propio individuo.
Las reglas que gobiernan el juego de la vida son simples, pero se necesita una vida de práctica para aplicarlas sabiamente. Aquí hay una de las reglas: “Como él piensa en su corazón, así es él”. – Proverbios 23: 7
Por lo general, se cree que el pensamiento es una función totalmente libre de trabas y sin reglas para restringirlo. Pero eso no es verdad. El pensamiento se mueve por sus propios procesos en un territorio delimitado, con caminos y patrones definidos. “El pensamiento sigue el camino establecido en las propias conversaciones internas”.
Todos nosotros podemos realizar nuestros objetivos mediante el uso inteligente de la mente y el habla. La mayoría de nosotros somos totalmente inconscientes de la actividad mental que se desarrolla dentro de nosotros. Pero para jugar el juego de la vida exitosamente, debemos tomar conciencia de todas nuestras actividades mentales, ya que esta actividad, en forma de conversaciones internas, es la causa de los fenómenos externos de nuestra vida.
“Toda palabra ociosa que el hombre hable, dará cuenta de ella en el día del juicio”. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” – Mateo 12:36-37
La ley de la Palabra no se puede romper. ” No será quebrado hueso suyo “. – Juan 19:36
La ley de la Palabra nunca pasa por alto una palabra interna y nuestra ignorancia de su poder no hace ni la menor concesión. Moldea la vida a nuestro alrededor, mientras que nosotros por nuestras conversaciones internas, moldeamos la vida dentro de nosotros mismos. Esto se hace para revelarnos nuestra posición en el campo de juego de la vida. No hay oponente en el juego de la vida; sólo está el objetivo.
No hace mucho tiempo, estaba discutiendo esto con un exitoso y filantrópico hombre de negocios. Él me contó una interesante historia sobre sí mismo. Él dijo: “Sabes, Neville, aprendí sobre los objetivos en la vida cuando tenía catorce años, y fue en el campo de juego en la escuela. Yo era bueno en la pista y había tenido un buen día, pero había una carrera más por correr y tenía una dura competencia en otro chico. Yo estaba decidido a vencerlo. Lo vencí, es cierto, pero, mientras lo estaba vigilando, un tercer niño, que no era considerado para nada como competencia, ganó la carrera”.
“Esa experiencia me enseñó una lección que he utilizado a lo largo de mi vida. Cuando la gente me pregunta acerca de mi éxito, yo debo decir que creo que es porque nunca he hecho mi objetivo el ‘ganar dinero’: Mi objetivo es el uso inteligente y productivo del dinero”.
Las conversaciones internas de este hombre son basadas en la premisa de que ya tiene dinero, su pregunta interna constante es: el adecuado uso de este. Las conversaciones internas del hombre que lucha por obtener dinero sólo demuestran su falta de dinero. En su ignorancia del poder de la palabra, está construyendo barreras en el camino hacia el logro de su objetivo; él tiene su ojo en la competencia más que en la meta en sí.
“La culpa, querido Brutus, no está en las estrellas, sino en nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores”. – Julio César: Acto I, Escena II
Como “los mundos fueron enmarcados por la Palabra de Dios”, también nosotros como “imitadores de Dios como hijos amados” creamos las condiciones y circunstancias de nuestras vidas mediante nuestras poderosas palabras humanas internas. Sin práctica, ni el más profundo conocimiento del juego producirá los resultados deseados. “Al que sabe hacer lo correcto – es decir que conoce las reglas – y no lo hace, para él es pecado”. En otras palabras, fallará el blanco y no logrará su objetivo.
En la parábola de los Talentos, la condena del maestro al siervo que no hizo uso de su obsequio, es clara e inconfundible; y habiendo descubierto una de las reglas del juego de la vida, nos arriesgamos al fracaso ignorándola. El talento no usado, como la extremidad no ejercitada, se adormece y finalmente se atrofia. Debemos ser “hacedores de la Palabra, y no sólo oidores”. Dado que el pensamiento sigue los caminos establecidos en las propias conversaciones internas, no sólo podemos ver hacia dónde nos dirigimos en el juego de la vida al observar nuestras conversaciones internas, sino también podemos determinar hacia dónde iremos controlando y dirigiendo nuestra conversación interna.
¿Qué pensarías y dirías y harías si ya fueras quien quieres ser? Comienza a pensar y decir y hacer esto interiormente. Se te dice que “Hay un Dios en el cielo que revela los secretos” y, siempre debes recordar que el cielo está dentro de ti; y para dejar bien en claro quién es Dios, dónde está y cuáles son sus secretos, Daniel continúa: “Tu sueño y las visiones que has tenido son éstos”. Revelan los caminos a los cuales estás atado, y señalan la dirección a la cual te diriges.
Esto es lo que hizo una mujer para cambiar el camino al cual lamentablemente había estado atada hacia la dirección en la que ella quería ir. Durante dos años, se había mantenido alejada de las tres personas que más amaba. Ella había tenido una pelea con su nuera, quien le echó de su casa. Durante esos dos años, ella no había visto ni escuchado nada de su hijo, su nuera o su nieto, a pesar que ella había enviado numerosos obsequios a su nieto durante ese tiempo. Cada vez que ella pensaba en su familia – que era diario – mantenía una conversación mental con su nuera, culpándola por la pelea y acusándola de ser egoísta.
Al escuchar una conferencia mía una noche – fue esta misma conferencia sobre “El juego de la vida y cómo jugarlo” – de pronto se dio cuenta de que ella era la causa del prolongado silencio y que ella y sólo ella debía hacer algo al respecto. Reconociendo que su objetivo era volver a tener esa afectuosa relación de antes, ella se propuso la tarea de cambiar por completo su conversación interna. Esa misma noche, en su imaginación, hizo dos tiernas y amorosas cartas escritas a ella, una de su nuera y la otra de su nieto. En su imaginación, las leyó una y otra vez hasta que se durmió en el alegre ánimo de haber recibido las cartas. Ella repitió este acto imaginario cada noche durante ocho noches. En la mañana del noveno día, recibió un sobre con dos cartas, una de su nuera y otra de su nieto. Eran cartas amorosas y tiernas que la invitaban a visitarles, casi réplicas de las que había hecho mentalmente. Al usar su imaginación conscientemente y amorosamente, había cambiado el camino al cual había estado atada, en la dirección que quería ir, hacia una feliz reunión familiar.
Un cambio de actitud es un cambio de posición en el campo de juego de la vida. El juego de la vida no es jugado allí afuera en lo que se llama tiempo y espacio; los movimientos reales en el juego de la vida tienen lugar dentro, en el campo de juego de la mente.
“Perdiendo tu alma, tu alma De nuevo para encontrarla; Rendida hacia ese objetivo Tu separada mente”. – Laurence Housman