¿Puede una persona decretar una cosa y hacer que se haga realidad? ¡Definitivamente que si puede! El individuo siempre ha decretado aquello que ha aparecido en su mundo, hoy está decretando lo que está apareciendo y continuará haciéndolo mientras el hombre o la mujer sea consciente de ser ese hombre o esa mujer.
Nunca ha aparecido nada en el mundo de una persona que no haya sido decretado por ella misma. Tú puedes negar esto, pero por más que trates no podrás desmentirlo pues esta afirmación se basa en un principio inmutable. Tú no ordenas que las cosas aparezcan en tu realidad mediante afirmaciones audibles. Tal vana repetición es más frecuentemente una confirmación de lo opuesto. Decretar siempre se hace en la conciencia. Es decir, cada individuo es consciente de ser aquello que ha decretado que es. Aquel que es necio, sin usar palabras, es consciente de ser necio. Por tanto, está decretando para sí mismo ser necio.
Cuando lees la Biblia bajo esta perspectiva te darás cuenta que es el libro científico más grandioso jamás escrito. En lugar de mirar la Biblia como el registro histórico de una civilización antigua o como la biografía de la inusual vida de Jesús, mírala como un gran drama psicológico que ocurre en la conciencia del ser humano.
Aprópiate de su significado y súbitamente transformarás tu mundo desde los áridos desiertos de Egipto a la tierra prometida de Canaán.
Todos estarán de acuerdo con la afirmación que todas las cosas fueron hechas por Dios, y que sin él nada de lo que ha sido hecho, hubiera sido hecho; pero en lo que no todos están de acuerdo es respecto a la identidad de Dios. Por el contrario, todas las iglesias y los sacerdocios del mundo están en desacuerdo respecto a la identidad y la verdadera naturaleza de Dios. La Biblia demuestra, más allá de toda duda, que Moisés y los profetas estaban ciento por ciento de acuerdo en cuanto a la identidad y naturaleza de Dios. Y la vida y las enseñanzas de Jesús están de acuerdo con las conclusiones de los profetas de la antigüedad.
Moisés descubrió que Dios era la conciencia de Ser, cuando declaró estas palabras tan poco comprendidas: “Yo Soy me ha enviado a ustedes”. David cantaba en sus Salmos, “Quédense quietos y sabrán que Yo Soy Dios”; Isaías declaró “Yo Soy el Señor y no hay ningún otro. Fuera de mí no hay Dios. Yo te fortaleceré, aunque no me has conocido. Yo Soy el que hace la luz y crea la oscuridad; Yo hago la paz y creo la adversidad. Yo, el Señor, hago todo eso”
Dios, como la conciencia de Ser, es establecido cientos de veces en el Nuevo Testamento. Por mencionar solo algunas: “Yo Soy el buen pastor, Yo Soy la puerta; Yo Soy la resurrección y la vida; Yo Soy el camino; Yo Soy el alfa y el omega; Yo Soy el principio y el fin; y también “¿Quién dicen ustedes que Soy Yo?”
No se declara: “Yo, Jesús, soy la puerta; Yo Jesús, soy el camino”, ni tampoco se dice “¿quién dicen ustedes que Yo, Jesús, Soy?” Claramente se establece: “Yo Soy el camino”. Laconcienciadeseres la puerta a través de la cual todas las manifestaciones de la vida pasan al mundo de la forma.
La conciencia es el poder resucitador; resucita aquello que el individuo es consciente de ser. Él siempre está manifestando aquello de lo cual tiene conciencia de ser. Esta es la verdad que libera, porque cada persona siempre se esclaviza a sí misma o se libera a sí misma.
Si tú, lector, renuncias a todas tus antiguas creencias sobre un Dios separado de ti y aceptas que Dios es tu propia conciencia de ser – como lo hicieron Jesús y los profetas – transformarás tu mundo con la comprensión de que “Yo y mi padre somos Uno”.
Esta declaración “Yo y mi padre somos Uno, pero mi padre es más grande que Yo”, parece ser muy confusa, pero si se interpreta a la luz de lo que acabamos de decir, sobre la identidad de Dios, descubrirás que es muy reveladora. La conciencia, siendo Dios, es como el Padre. Aquello de lo cual eres consciente de ser es el “hijo” dando testimonio de su padre. Es como el que concibe y sus concepciones. El que concibe es siempre más grande que sus concepciones, pero permanece siendo uno con ellas. Por ejemplo, antes de que seas consciente de ser un hombre o una mujer, primero eres consciente de ser. Luego eres consciente de ser ese hombre o esa mujer. No obstante, permaneces siendo quien concibe, que es más grande que tu concepción – el hombre o la mujer.
Jesús descubrió esta gloriosa verdad y declaró que él era uno con Dios, no un Dios que el ser humano había inventado. Porque él nunca reconoció a tal Dios. Él dijo: “Si alguien les dice, ‘Mira aquí o allí’, no le crean, pues el Reino de Dios está dentro de ustedes”. El cielo está dentro de ti. Por tanto, cuando se dice que “Él ascendió junto a su Padre”, se refiere a que él se elevó en conciencia al punto en que era solo consciente de ser, trascendiendo así las limitaciones de su presente concepción de sí mismo, el hombre llamado Jesús.
En la conciencia de ser todas las cosas son posibles; él dijo: “Decretarás una cosa y se realizará”. Este es su decreto, elevarse en la conciencia hasta la naturalidad de ser aquello que se desea. Como él lo expresó, “Y si yo fuere elevado, traeré conmigo toda la humanidad”. Si Yo soy elevado en conciencia a la naturalidad de la cosa deseada, traeré hacia mí la manifestación de lo deseado, pues él establece “Nadie viene a mí a menos que el Padre en mí lo traiga, y Yo y mi padre somos uno”. Por tanto, la conciencia es el padre que trae las manifestaciones de la vida hacia ti.
En este preciso momento, tú estás atrayendo a tu mundo aquello que ahora eres consciente de ser. Ahora puedes ver qué quiere decir “Tú debes nacer de nuevo”. Si no estás satisfecho con tu actual expresión de vida, la única forma de cambiarla es apartar tu atención de aquello que te parece tan real y elevarte en conciencia hacia aquello que deseas ser. No puedes servir a dos amos, entonces, apartar tu atención de un estado de conciencia y centrarla en otro, es morir a uno y vivir para el otro.
La pregunta “¿Quién dices tú que Soy Yo?” no está dirigida a un hombre llamado “Pedro” por alguien llamado “Jesús”. Esta es la eterna pregunta dirigida a uno mismo por el verdadero ser. En otras palabras, “¿Quién dices que eres tú?”, la convicción que tengas sobre ti mismo, tu opinión sobre ti mismo, determinará tu expresión en la vida. Él dijo “Cree en Dios, cree también en mi”. En otras palabras, es el ‘mí’ en tu interior, que es Dios.
Entonces, orar es visto como reconociéndote a ti mismo ser aquello que deseas, en lugar de aceptar la forma de petición a un Dios que no existe para que te dé aquello que ahora deseas.
Entonces, ¿puedes ver ahora por qué hay tantos millones de oraciones que no reciben respuesta? Las personas oran a un Dios que no existe. Por ejemplo, tener la conciencia de ser pobre y rogar a Dios por riquezas es ser recompensado con aquello de lo cual eres consciente de ser – o sea pobreza. Para que las oraciones sean efectivas deben ser una afirmación en lugar de una súplica, entonces, si oras por riquezas debes volverte de la imagen de pobreza, negando la evidencia de tus sentidos, y asumir la naturaleza de ser rico.
Se nos ha dicho: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará abiertamente” (Mateo 6:6). Hemos identificado al ‘Padre’ con la conciencia de ser. Y también hemos identificado la ‘puerta’ con la conciencia de ser. Entonces, “cerrar la puerta” es dejar afuera aquello de lo que actualmente Yo tengo conciencia de ser y reclamar ser yo mismo aquello que deseo ser. En el momento en que mi demanda queda establecida al punto de la convicción, en ese mismo momento, empiezo a atraer hacia mí la evidencia de lo que pido.
No preguntes cómo aparecerán esas cosas, porque nadie conoce la manera. Es decir, ninguna manifestación sabe cómo han de aparecer las cosas deseadas.
La conciencia es el camino o la puerta a través de las cuales las cosas o circunstancias aparecen. Él dijo, “Yo Soy el camino”; eso no quiere decir, “Yo, Juan Pérez, soy el camino”, sino “Yo Soy” – la conciencia de ser – es el camino a través del cual vendrán las cosas. Las señales siempre siguen. Nunca preceden. Las cosas no tienen otra realidad más que en la conciencia. Por tanto, logra primero el estado de conciencia y lo deseado está obligado a aparecer.
Se nos dijo: “Busca primero el reino de los cielos y todas las cosas serán añadidas” (Mateo 6:33). Adquiere primero el estado de conciencia de las cosas que estás buscando y deja las cosas solas. Esto es lo quiere decir “Decretarás una cosa y se cumplirá”. Aplica estos principios y sabrás lo que significa “pruébame y verás”.
La historia de María es la historia de cada persona. María no fue una mujer que dio a luz de manera milagrosa a alguien llamado Jesús. María es la conciencia de ser, que siempre permanece en estado virginal, sin importar cuántos deseos dé a luz.
Ahora mismo mírate a ti mismo como esta Virgen María, siendo impregnada por ti mediante el deseo, volviéndote uno con tu deseo hasta el punto de encarnar o dar a luz a tu deseo. Por ejemplo: se dice de María (que ahora sabes eres tú mismo) que nunca conoció varón. Sin embargo, concibió. Es decir que tú, Juan Pérez, no tienes ninguna razón para creer que aquello que deseas es posible, pero habiendo descubierto que tu conciencia de ser es Dios, haces de esta conciencia tu esposo y concibes un niño (la manifestación) del Señor, “Porque tu marido es tu Hacedor; el señor de los ejércitos es su nombre. Tu redentor, el Santo de Israel, será llamado Dios de toda la tierra”.
Tu ideal u objetivo es esta concepción; la primera instrucción que se le da a ella – ahora esta instrucción es para ti mismo: “Ve, y no le digas a nadie”. Es decir, no comentes con nadie tus deseos u objetivos, porque los otros solo harán eco de tus actuales temores. El secreto es la primera ley que se debe observar para la realización de tus deseos.
La segunda ley, como se nos dijo en la historia de María, es “Magnificar al Señor”. Hemos identificado al Señor como tu conciencia de ser. Por lo tanto, “magnificar al Señor” es revalorizar o ampliar la concepción actual de uno mismo hasta el punto que esta revalorización se vuelva natural. Cuando se alcanza esta naturalidad tú das nacimiento, convirtiéndote en aquello con lo cual eres uno en la conciencia. La historia de la creación se nos da en forma digerida en el primer capítulo de Juan. “En el principio era la palabra”. Ahora, este preciso segundo, es el “principio” del que se habla. Es el comienzo de un impulso – un deseo. ‘La palabra’ es el deseo nadando alrededor en tu conciencia, buscando encarnación. El impulso en sí mismo no tiene realidad, porque la única realidad es “Yo Soy” o la conciencia de ser. Las cosas solo viven mientras yo soy consciente de ellas, entonces, para realizar el deseo, debe aplicarse la segunda línea de este primer versículo de Juan. Esto es: “Y la palabra estaba con Dios”. La palabra, o deseo, debe ser fijado o unido con la conciencia para darle realidad. La conciencia se hace consciente de ser lo deseado, clavándose a sí misma en la forma o concepción y dando vida a su concepción, o resucitando aquello que hasta ahora era un deseo muerto o insatisfecho. “Si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19).
Este acuerdo nunca se hace entre dos personas. Es entre la conciencia y lo deseado. Tú ahora eres consciente de ser, por lo tanto, sin usar palabras te estás diciendo a ti mismo: “Yo Soy”. Ahora, si es un estado de salud lo que estás deseando alcanzar, antes de que tengas alguna evidencia de salud en tu mundo, tú debes sentirte saludable. Y en el preciso segundo en que alcanzas el sentimiento “Yo Soy saludable”, los dos se han puesto de acuerdo. Es decir, Yo Soy y la salud han acordado ser uno y este acuerdo siempre da como resultado el nacimiento de un niño, que es lo acordado – en este caso, la salud. Entonces, porque hice el acuerdo, yo expreso la cosa convenida. Por lo tanto, puedes ver por qué Moisés dijo, “Yo Soy me ha enviado”. ¿Qué ser, aparte de Yo Soy, podría enviarte a la expresión? Ninguno porque Yo Soy el camino – no hay otro.
Si tú tomas el vuelo de la mañana y viajas a las partes más extremas del mundo, o si haces tu cama en el infierno, aun serás consciente de ser. Siempre envías a expresión porque tu conciencia y tu expresión es siempre aquello de lo que eres consciente de ser.
Así también, Moisés declaró, “Yo Soy el que Yo Soy”. Ahora, aquí hay algo que siempre debemos tener en cuenta. No puedes poner vino nuevo en botellas viejas o nuevos remiendos en vestidos viejos. Es decir; no puedes llevar contigo a la nueva conciencia ninguna parte del antiguo ser. Todas tus actuales creencias, miedos y limitaciones son pesos que te atan a tu actual nivel de conciencia. Si quieres trascender ese nivel debes dejar atrás todo lo que es ahora tu presente ser, o concepción de ti mismo.
Para hacer esto llevas tu atención lejos de todo que es ahora tu problema o limitación y habitas solo en ese Ser. Es decir, dices silenciosamente, pero sintiéndote a ti mismo “Yo Soy”. No condiciones esta conciencia todavía. Simplemente declara que eres y continúa haciéndolo, hasta que te pierdas en el sentimiento de solo ser – sin rostro y sin forma. Cuando se alcanza esta expansión de la conciencia, entonces, dentro de esta profundidad sin forma de ti mismo das forma a la nueva concepción sintiéndote a ti mismo ser aquello que deseas ser.