La siguiente es una historia real ilustrando cómo funciona la ley de la asunción:
Un día, una diseñadora de vestuario me describió sus dificultades para trabajar con un prominente productor de teatro. Ella estaba convencida de que éste criticaba y rechazaba injustamente sus mejores trabajos, y que a menudo era deliberadamente grosero e injusto con ella.
Después de escuchar su historia, le expliqué que, si ella encontraba al otro grosero e injusto, era una señal segura de que ella misma tenía carencias y que no era el productor, sino ella misma la que necesitaba una nueva actitud.
Le dije que el poder de esta ley de asunción y su aplicación práctica solo podía descubrirse a través de la experiencia, y que solo asumiendo que la situación ya era como ella quería que fuera podría probar que podía provocar el cambio deseado.
Su empleador estaba simplemente dando testimonio, diciéndole a través de su comportamiento, cuál era el concepto que ella tenía de él.
Sugerí que era muy probable que ella mantuviera conversaciones con él en su mente, llenas de críticas y recriminaciones.
No había duda de que ella estaba discutiendo mentalmente con el productor, ya que los otros solo hacen eco de lo que les susurramos en secreto.
Le pregunté si no era cierto que hablaba con él mentalmente, y si era así, cómo eran esas conversaciones.
Ella me confesó que cada mañana, en su camino al teatro, ella le decía todo lo que pensaba de él de una manera que jamás se hubiese atrevido a decírselo en persona. La intensidad y la fuerza de sus discusiones mentales con él establecían automáticamente su comportamiento hacia ella.
Ella comenzó a darse cuenta que todos mantenemos conversaciones mentales pero, lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones estas conversaciones son discusiones… que tan solo debemos observar a los transeúntes en la calle para comprobar esta afirmación… que mucha gente está mentalmente absorta en conversaciones y muy pocos parecen estar felices con ellas, pero la propia intensidad de sus sentimientos los lleva rápidamente al incidente desagradable que ellos mismos han creado mentalmente y, por lo tanto, ahora deben enfrentar.
Cuando ella se dio cuenta de lo que había estado haciendo, aceptó cambiar su actitud y vivir esta ley fielmente, asumiendo que su trabajo era altamente satisfactorio y que su relación con el productor era muy agradable. Para ello, acordó que, antes de irse a dormir por la noche, de camino al trabajo y en otros intervalos durante el día, imaginaría que él la había felicitado por sus buenos diseños y que ella, a su vez, le había agradecido sus elogios y su amabilidad.
Para su gran sorpresa, pronto descubrió que su propia actitud era la causa de todo lo que le sucedía.
El comportamiento de su empleador milagrosamente se revirtió. Su actitud, como siempre, haciendo eco de aquello que ella asumía, ahora reflejaba su concepto cambiado sobre él.
Lo que ella hizo fue por el poder de su imaginación. Su persistente asunción influenció su comportamiento y determinó su actitud hacia ella.
Con el pasaporte del deseo en las alas de una imaginación controlada, ella viajó hacia el futuro de su propia experiencia predeterminada. Así vemos que no son los hechos, sino aquello que creamos en nuestra imaginación, lo que da forma a nuestras vidas, ya que la mayoría de los conflictos del día se deben a la falta de un poco de imaginación para sacar la viga de nuestro propio ojo.
Es el de mente exacta y literal quien vive en un mundo ficticio.
Al igual que esta diseñadora, que mediante su imaginación controlada comenzó un sutil cambio en la mente de su empleador, nosotros también, mediante el control de nuestra propia imaginación y el sentimiento sabiamente dirigido, podemos resolver nuestros problemas.
Por la intensidad de su imaginación y sentimiento, la diseñadora sacó una especie de hechizo de la mente del productor y lo hizo pensar que sus generosos halagos se originaban en él.
A menudo, nuestros pensamientos más elaborados y originales son determinados por otros.
Extracto del libro “El Poder de la Conciencia”