“Qué bellos sobre las montañas son los pies de aquel que trae buenas nuevas, que propaga la paz, que trae nuevas de bien, que propaga la salvación”. -[Isaías 52:7]
Un modo muy efectivo de llevar buenas noticias a otro es llamar ante el ojo de tu mente la imagen subjetiva de la persona que deseas ayudar y hacerle afirmar que ha hecho aquello que deseas que haga. Mentalmente escúchale decirte que lo ha hecho. Esto despertará dentro de él el correspondiente vibracional del estado afirmado, vibración que persistirá hasta que su misión se cumpla. No importa qué es lo que deseas que sea hecho, o a quién seleccionaste para hacerlo. Tan pronto como subjetivamente afirmas que está hecho, los resultados siguen. El fracaso sólo puede resultar si tu fallas en aceptar la verdad de tu aserción o si el estado afirmado no fuera deseado por el sujeto para sí mismo o para otro. En el último caso, el estado se realizaría a sí mismo en ti, el operador.
El hábito aparentemente inofensivo de “hablarse a uno mismo” es la forma más fructífera de plegaria. Una discusión mental con la imagen subjetiva de otro es la forma más segura de rezar por una discusión. Estás pidiendo ser ofendido por el otro cuando te lo encuentres físicamente. Él está obligado a actuar de manera displicente hacia ti, a menos que antes del encuentro canceles o modifiques tu pedido afirmando subjetivamente un cambio.
Desafortunadamente, el hombre olvida sus discusiones subjetivas, sus diarias conversaciones mentales con otros, y así se pierde buscando una explicación por los conflictos e infortunios de su vida. Como las discusiones mentales producen conflictos, así mismo las conversaciones mentales felices producen correspondientes estados visibles de buenas nuevas. El hombre se crea a si mismo desde su propia imaginación.
Si el estado deseado es para ti mismo, y encuentras difícil aceptar como verdadero lo que tus sentidos niegan, trae ante el ojo de tu mente la imagen subjetiva de un amigo y mentalmente hazle afirmar que eres aquello que deseas ser. Esto establece en él, sin su consentimiento o conocimiento consciente, la asunción de que tú eres eso que él mentalmente afirma, cuya asunción, por ser inconscientemente asumida, persistirá hasta que cumpla su misión. Su misión es despertar en ti su correspondencia vibratoria, esta vibración cuando despierta en ti se manifiesta a sí misma como un hecho objetivo.
Otro modo muy efectivo de orar por uno mismo es usar la fórmula de Job quien terminó con su propio cautiverio al orar por sus amigos. Fija tu atención en un amigo y haz la imaginaria voz de tu amigo decirte que él es, o posee, aquello que es comparable a eso que tú deseas ser o poseer. Al mentalmente escucharle y verle, siente la emoción de su buena fortuna y sinceramente deséale bien. Esto despierta en él la correspondiente vibración del estado afirmado, vibración que debe entonces manifestarse a sí misma como un hecho físico. Descubrirás la verdad de la declaración,
Bienaventurados los misericordiosos pues ellos recibirán misericordia. [Mateo 5:7]
“La cualidad de la misericordia es doblemente bendita –bendice a quien la toma y a quien la da”. El bien que subjetivamente aceptas como verdad de otros no solamente será expresado por ellos, sino que una plena porción será realizada por ti. Las transformaciones nunca son totales. La fuerza ‘A’ es siempre transformada en más que una fuerza ‘B’. Al martillar no sólo se produce un golpe mecánico, sino también calor, electricidad, un sonido, un cambio magnético, etcétera. El correspondiente vibratorio en el sujeto no es la entera transformación del sentimiento comunicado. El regalo transmitido a otro es como la medida divina, fluyendo, rebosando, de manera que después de que los cinco mil son alimentados de los cinco panes y los dos pescados, doce canastos llenos quedan sobrando.