“Te he dicho que Yo Soy; por tanto, si me buscas a mí, deja ir a estos”. – Juan 18: 8.
“Tan pronto como él les dijo: Yo Soy, retrocedieron y cayeron al suelo”. – Juan 18: 6
Hoy en día se habla tanto de Maestros, Hermanos Mayores, Adeptos e iniciados que innumerables buscadores de la verdad están siendo constantemente engañados al buscar estas falsas luces. La mayoría de estos pseudo-maestros ofrecen a sus alumnos, a cambio de un precio, la iniciación en los misterios, prometiéndoles guía y dirección. La debilidad que tienen las personas por los líderes, así como su adoración a los ídolos, las convierten en una presa fácil de estas escuelas y maestros. A la mayoría de estos alumnos inscritos les llegará algo bueno; descubrirán, tras años de espera y sacrificio, que estaban siguiendo un espejismo. Entonces se desilusionarán de sus escuelas y maestros, y esta decepción valdrá el esfuerzo y el precio que han pagado por su infructuosa búsqueda. En ese momento se apartarán de su adoración al ser humano y, al hacerlo, descubrirán que lo que buscan no se encuentra en otro, porque el Reino de los Cielos está dentro. Esta comprensión será su primera iniciación real. La lección aprendida será esta: Solo hay un Maestro y este Maestro es Dios, el YO SOY dentro de ellos mismos.
“Yo Soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre”.
Yo Soy, tu conciencia, es Señor y Maestro y fuera de tu conciencia no hay ni Señor ni Maestro. Tú eres el Maestro de todo lo que serás consciente de ser.
Sabes que eres, ¿no es así? Saber que tú eres es el Señor y Maestro de aquello que sabes que eres. Tú podrías ser aislado completamente de aquello que eres consciente de ser, sin embargo, a pesar de todas las barreras humanas, sin esfuerzo atraerías hacia ti todo lo que eres consciente de ser. Aquel que es consciente de ser pobre no necesita la ayuda de nadie para expresar su pobreza. Quien es consciente de ser enfermizo, aunque esté aislado en el lugar más hermético del mundo a prueba de gérmenes, expresaría enfermedad.
No hay barrera para Dios, porque Dios es tu conciencia de ser. Sea cual sea tu conciencia de ser, puedes expresarla, y lo haces, sin esfuerzo. Deja de esperar a que venga el Maestro; él está contigo siempre. “Yo estoy contigo todos los días, hasta el fin del mundo”.
En ocasiones sabrás que eres muchas cosas, pero no necesitas ser nada para saber que lo eres. Si lo deseas, puedes desprenderte del cuerpo que llevas; al hacerlo, te darás cuenta de que eres una conciencia sin rostro, sin forma, y que no dependes de la forma que eres en tu expresión. Sabrás que eres; también descubrirás que este saber que eres, es Dios, el Padre, que precedió a todo lo que alguna vez supiste que eras. Antes de que el mundo fuera, eras consciente de ser y entonces decías “Yo Soy”; y Yo Soy será, después de que todo lo que sabes que eres, deje de ser.
No hay Maestros Ascendidos. Destierra esa superstición. Tú siempre te elevarás de un nivel de conciencia (maestro) a otro; al hacerlo, manifiestas el nivel ascendido, expresando esta conciencia recién adquirida.
Dado que la conciencia es el Señor y el Maestro, tú eres el Maestro Mago que conjura lo que ahora eres consciente de ser. “Porque Dios (conciencia) llama a las cosas que no son, como si fueran”. Las cosas que ahora no se ven se verán en el momento en que seas consciente de ser lo que ahora no es visible.
Este ascenso de un nivel de conciencia a otro es la única ascensión que experimentarás. Nadie puede elevarte al nivel que deseas. El poder de ascender está dentro de ti, es tu conciencia. Tú te apropias de la conciencia del nivel que deseas expresar, al afirmar que ahora estás expresando ese nivel. Esta es la ascensión. No tiene límites, porque nunca agotarás tu capacidad de ascender. Aléjate de la superstición humana de la ascensión con su creencia en los maestros, y encuentra al único y eterno maestro dentro de ti.
“El que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo”
Cree esto. No continúes en la ceguera, siguiendo el espejismo de los maestros. Yo te aseguro que tu búsqueda solo puede terminar en decepción.
“Si me niegas (tu conciencia de ser) yo también te negaré a ti”. “No tendrás otro Dios fuera de mi”, “Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”. “Pónganme ahora a prueba en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde”.
¿Crees que el Yo Soy es capaz de hacer esto? Entonces, afirma ser aquello que quieres ver derramado. Reclama ser aquello que quieres ser y lo serás. No te lo daré a causa de los maestros, sino porque te has reconocido a ti mismo ser aquello, te lo daré porque YO SOY todas las cosas para todos.
Jesús no permitió ser llamado maestro bueno. Él sabía que solo hay uno bueno y un maestro. Él sabía que este era Su Padre en el cielo, la conciencia de ser. “El Reino de Dios”(el Bien) y el Reino de los Cielos están dentro de ti.
Tu creencia en los maestros es una confesión de tu esclavitud. Solo los esclavos tienen maestros. Cambia tu concepto de ti mismo y, sin la ayuda de maestros o ninguna otra persona, automáticamente transformarás tu mundo para ajustarse a tu nueva concepción de ti mismo.
En el Libro de Números se dice que hubo un tiempo en que los hombres eran a sus propios ojos como saltamontes y, debido a esta concepción de sí mismos, veían gigantes en la tierra. Esto es tan cierto para las personas de hoy como lo fue en el día en que se registró. La concepción que el individuo tiene de sí mismo es tan parecida a la de un saltamontes, que automáticamente hace que las condiciones que le rodean parezcan gigantescas; en su ceguera clama por maestros que le ayuden a luchar contra sus gigantescos problemas.
Jesús trató de mostrar al ser humano que la salvación estaba dentro de él mismo y le advirtió que no buscara a su salvador en lugares o personas. Si alguien viene diciendo mira aquí o mira allá, no le creas, porque el Reino de los Cielos está dentro de ti.
Jesús no solo se negó a permitir que le llamaran Maestro Bueno, sino que advirtió a sus seguidores: “A nadie saluden por el camino”. Dejó claro que no debían reconocer ninguna autoridad o superior que no fuera Dios, el Padre.
Jesús estableció la identidad del Padre como la conciencia de ser del individuo. “Yo y mi Padre somos Uno, pero mi Padre es más grande que Yo”. Yo Soy uno con todo lo que soy consciente de ser. Yo Soy más grande que aquello de lo que soy consciente de ser. El creador es siempre más grande que su creación.
“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también debe ser levantado el Hijo del Hombre” (Juan 3:14)
La serpiente simboliza el actual concepto que el individuo tiene de sí mismo: como un gusano del polvo, que vive en el desierto de la confusión humana. Al igual que Moisés se levantó de su concepción de gusano del polvo para descubrir que Dios era su conciencia de ser, “Yo Soy, me ha enviado”, así tú también debes ser levantado. El día que afirmes, como lo hizo Moisés, “Yo Soy el que Soy” ese día tu afirmación florecerá en el desierto.
Tu conciencia es el Maestro mago que conjura todas las cosas al ser aquello que conjura. Este Señor y Maestro que eres puede —y hace— que aparezca en tu mundo todo lo que tienes conciencia de ser.
“Nadie viene a Mí (manifestación) si no lo trae el Padre que me envió” y “Yo y mi Padre somos Uno”. Constantemente estás atrayendo hacia ti mismo aquello que eres consciente de ser. Cambia tu concepto de ti mismo, del de esclavo al de Cristo. No te avergüences de hacer esta afirmación; solo en la medida en que afirmes: “Yo soy Cristo”, harás las obras de Cristo.
“Las obras que yo hago, él las hará también, y aún mayores que estas hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).
“No consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse” (Filipenses 2:6)
Jesús sabía que cualquiera que se atreviera a afirmar que es Cristo asumiría automáticamente las capacidades para expresar las obras de su concepción de Cristo. Jesús también sabía que el uso exclusivo de este principio de expresión no le correspondía solo a él. Constantemente se refería a Su Padre en el Cielo. Él declaró que sus obras no solo serían igualadas, sino que serían superadas por aquel que se atreviera a concebirse a sí mismo como más grande de lo que él (Jesús) se había concebido a sí mismo.
Jesús, al afirmar que él y su Padre eran uno, pero que su Padre era más grande que él, reveló que su conciencia (Padre) era uno con aquello con lo que él era consciente de ser. Se encontró a sí mismo como Padre, o la conciencia de ser, más grande que lo que él, como Jesús, era consciente de ser. Tú y tu concepción de ti mismo son uno. Tú eres y siempre serás más grande que cualquier concepción que tengas de ti mismo.
El individuo falla en hacer las obras de Jesucristo porque intenta realizarlas desde su actual nivel de conciencia. Nunca trascenderás tus logros actuales a través del sacrificio y la lucha. Tu actual nivel de conciencia solo será trascendido cuando dejes el estado actual y te eleves a un nivel superior.
Te elevas a un nivel superior de conciencia sacando tu atención de tus limitaciones actuales y poniéndola en aquello que deseas ser. No intentes esto soñando despierto o con simples ilusiones, sino de manera positiva. Afirma ser lo que deseas. Yo Soy eso; sin sacrificios, sin dietas, sin trucos humanos. Todo lo que se te pide es que aceptes tu deseo. Si te atreves a reclamarlo, lo expresarás.
Medita en esto: “No quieres los sacrificios de los hombres”. “No por la fuerza ni por el poder, sino por el espíritu”. “Pide y se te dará”. ” Vengan, compren vino y leche sin dinero y sin costo alguno”.
Las obras están terminadas. Todo lo que se requiere de ti, para dejar que estas cualidades se expresen, es la afirmación: YO SOY eso. Afirma que eres lo que deseas ser y que serás. Las expresiones siguen las impresiones, no las preceden. La prueba de que eres, seguirá a la afirmación de que eres, no la precederá. “Deja todo y sígueme” es una doble invitación para ti. Primero, te invita a alejarte completamente de todos los problemas y, luego, te llama a seguir caminando en la afirmación de que eres lo que deseas ser. No seas la mujer de Lot que mira hacia atrás y se convierte en sal o preservada en el pasado muerto. Sé como Lot, que no mira hacia atrás, sino que mantiene su visión enfocada en la tierra prometida, en lo deseado. Haz esto y sabrás que has encontrado al maestro, el mago, que lo invisible se haga visible, a través de la orden: “Yo Soy Eso”.