“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. – Isaías 55:11
El hombre puede decretar una cosa y hacer que suceda. El hombre siempre ha decretado lo que ha aparecido en su mundo. Él está hoy decretando lo que está apareciendo en su mundo y él continuará haciéndolo mientras el hombre sea consciente de ser hombre.
Nunca ha aparecido nada en el mundo del hombre, sino lo que él ha decretado. Tú puedes negar esto; pero, aunque lo intentes, no puedes refutarlo porque este decreto se basa en un principio inmutable. El hombre no ordena que las cosas aparezcan por sus palabras que son, la mayoría de las veces, una confesión de sus dudas y temores. El decreto se hace siempre en la conciencia.
Todo hombre expresa automáticamente aquello de lo que él es consciente de ser. En todo momento, sin ningún esfuerzo o con el uso de palabras, el hombre se está ordenando a sí mismo ser y poseer lo que él es consciente de ser y poseer.
Este inmutable principio de expresión, es representado en todas las Biblias del mundo. Los escritores de nuestros libros sagrados fueron místicos iluminados, antiguos maestros en el arte de la psicología. Al contar la historia del alma, ellos personificaron este principio impersonal en la forma de un documento histórico tanto para preservarlo como para ocultarlo de los ojos de los no-iniciados.
Hoy, aquellos a quienes se les ha confiado este gran tesoro, es decir, los sacerdocios del mundo, han olvidado que las Biblias son dramas psicológicos representando la conciencia del hombre; en su ciego olvido, ahora enseñan a sus seguidores a adorar sus personajes como hombres y mujeres que en realidad vivían en tiempo y espacio.
Cuando el hombre ve la Biblia como un gran drama psicológico, con todos sus personajes y actores como la personificación de las cualidades y atributos de su propia conciencia, entonces y solo entonces, la Biblia le revelará la luz de su simbología. Este impersonal principio de vida que hizo todas las cosas, es personificado como Dios. Este Señor Dios, creador del cielo y de la tierra, se descubre que es la conciencia del hombre. Si el hombre estuviera menos limitado por la ortodoxia y fuera un observador más intuitivo, no podría dejar de notar en la lectura de las Biblias que la conciencia del ser se revela cientos de veces a lo largo de esta literatura. Por nombrar algunos: “Yo Soy me ha enviado a ustedes”, “Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios “.” Yo Soy el Señor y fuera de mi no hay Dios”, ” Yo Soy el buen pastor”, ” Yo Soy la puerta”, ” Yo Soy la resurrección y la vida”, ” Yo Soy el camino”, ” Yo Soy el principio y el fin “.
Yo Soy, la conciencia incondicionada del ser, es revelada como Señor y creador de cada estado condicionado del ser. Si el hombre renunciara a su creencia en un Dios aparte de sí mismo, reconocería su conciencia de ser como Dios (esta conciencia se modela a sí misma en la imagen y semejanza de su concepto de sí mismo), él podría transformar su mundo de un desierto estéril a un campo fértil, a su gusto. El día que el hombre lo haga, sabrá que él y su Padre son Uno, pero su Padre es más grande que él. Él sabrá que su conciencia de ser es una con aquello de lo que él es consciente de ser, pero que su conciencia de ser incondicionada es más grande, que su estado condicionado o su concepto de sí mismo.
Cuando el hombre descubra que su conciencia es el poder de expresión impersonal, cuyo poder eternamente se personifica en sus conceptos de sí mismo, él asumirá y se apropiará del estado de conciencia que él desea expresar; al hacerlo él se convertirá en la expresión de ese estado. “Decidirás una cosa y se te cumplirá” ahora se puede decir de esta manera: Te harás consciente de ser o poseer una cosa y expresarás o poseerás aquello de lo que eres consciente ser.
La ley de la conciencia es la única ley de expresión. “Yo soy el camino.” “Yo Soy la resurrección”. La conciencia es el camino y también el poder que resucita y expresa todo lo que el hombre alguna vez será consciente de ser.
Vuélvete de la ceguera del hombre no iniciado quien intenta expresar y poseer esas cualidades y cosas que él no es consciente de ser y poseer; y sé como el místico iluminado que decreta sobre la base de esta inmutable ley. Conscientemente reclama ser aquello que buscas; aprópiate de la conciencia de eso que ves, y tú también conocerás el estado del verdadero místico, de la siguiente manera:
Yo me hice consciente de serlo. Yo todavía soy consciente de serlo. Y continuaré siendo consciente de serlo hasta que aquello de lo que soy consciente de ser, sea perfectamente expresado.
Sí, yo decretaré una cosa y se hará realidad.