“Porque si no crees que Yo Soy, morirás en tus pecados”. – Juan 8:24
“Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Este es un dicho difícil de aceptar para aquellos entrenados en los diversos sistemas de la religión ortodoxa, pero ahí está.
Todas las cosas, buenas, malas e indiferentes, fueron hechas por Dios. “Dios hizo al hombre (manifestación) a su propia imagen; a semejanza de Dios lo hizo él”. Aparentemente añadiendo a esta confusión se dice: “Y Dios vio que su creación era buena”. ¿Qué eres? ¿Qué vas hacer con esta aparente anomalía? ¿Cómo el hombre va a correlacionar todas las cosas como buenas, cuando lo que se le enseña niega este hecho? O la comprensión de Dios es errónea o de lo contrario, hay ‘algo’ radicalmente incorrecto con la enseñanza del hombre.
“Para el puro, todas las cosas son puras”. Esta es otra declaración que desconcierta. Todas las personas buenas, las personas puras, las personas santas, son los mayores prohibicionistas. Junta la declaración anterior con esta, “No hay condenación en Cristo Jesús” y obtienes una barrera infranqueable para los autoproclamados jueces del mundo. Tales declaraciones no significan nada para los farisaicos jueces, cambiando ciegamente y destruyendo sombras. Ellos continúan en la firme creencia que están mejorando el mundo. El hombre, sin saber que su mundo es su conciencia individual exteriorizada, en vano se esfuerza por ajustarse a la opinión de los demás en lugar de ajustarse a la única opinión existente, es decir, su propio juicio de sí mismo.
Cuando Jesús descubrió que su conciencia era esta maravillosa ley de autogobierno, él declaró, “Y ahora yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad “. Él sabía que la conciencia era la única realidad, que las cosas manifestadas no eran más que diferentes estados de conciencia. Jesús advirtió a sus seguidores a buscar primero el Reino de los Cielos (ese estado de conciencia que produciría lo deseado) y todas las cosas les serían añadidas. Él también declaró: “Yo Soy la Verdad”. Él sabía que la conciencia del hombre era la verdad o causa de todo lo que el hombre veía que era su mundo. Jesús se dio cuenta de que el mundo se hizo en la semejanza del hombre. Él sabía que el hombre veía su mundo como era, porque el hombre era lo que era. En resumen, la concepción que tiene el hombre de sí mismo, determina lo que ve que su mundo es.
Todas las cosas son hechas por Dios (conciencia) y sin él nada de lo que fue hecho ha sido hecho. Se juzga a la creación como buena y muy buena porque es la semejanza perfecta de esa conciencia que la produjo. Ser consciente de ser una cosa y luego verte a ti mismo expresando algo diferente de aquello de lo que eres consciente, es una violación a la ley del ser; por lo tanto, no sería bueno. La ley del ser nunca se rompe; el hombre siempre se ve a sí mismo expresando aquello de lo que él es consciente de ser. Puede ser bueno, malo o indiferente, no obstante, es una semejanza perfecta de su concepción de sí mismo; es bueno y muy bueno.
No sólo todas las cosas son hechas por Dios, todas las cosas están hechas de Dios. Todos son los descendientes de Dios. Dios es Uno. Las cosas o divisiones son las proyecciones del Uno. Dios siendo uno, debe ordenarse a sí mismo a ser aparentemente otro, pero no hay otro. El absoluto no puede contener algo dentro de sí mismo que no está en sí mismo. Si lo hiciera, entonces no sería el absoluto, el único. Los mandatos para que sean efectivos, deben ser para uno mismo. “Yo Soy el que Soy” es el único mandato efectivo. “Yo Soy el Señor y no hay nadie más”. No puedes mandar lo que no es. Y como no hay otro, debes mandarte a ti mismo ser lo que quisieras que aparezca.
Déjame aclarar lo que quiero decir con un mandato efectivo. No repitas como un loro la afirmación: “Yo Soy ese Yo Soy “, tal vana repetición sería tanto necia como infructuosa. No son las palabras las que lo hacen efectivo; es la conciencia de ser aquello, lo que hace que sea efectivo. Cuando dices “Yo Soy” te estás declarando ser. La palabra –ese- en la declaración, “Yo Soy ese Yo Soy”, indica aquel que tú serías. El segundo “Yo Soy” en la cita es el grito de la victoria.
Todo este drama tiene lugar internamente con o sin el uso de palabras. Quédate quieto y sabrás que tú eres. Esta quietud se logra observando al observador. Repite en silencio, pero con sentimiento, “Yo Soy – Yo Soy” hasta que hayas perdido toda conciencia del mundo y te conozcas a ti mismo sólo como siendo. La conciencia, el saber que eres, es Dios Todopoderoso; Yo Soy. Después de que se logra esto, defínete a ti mismo como aquello que deseas ser, sintiéndote ser lo deseado: Yo Soy eso. Esta comprensión de que tú eres lo deseado, hará que una emoción recorra todo tu ser. Cuando la convicción es establecida y realmente crees que eres eso que deseas ser, entonces el segundo “Yo Soy” es pronunciado como un grito de victoria. Esta revelación mística de Moisés se puede ver como tres pasos distintos: Yo Soy; Yo Soy libre; ¡Yo Realmente Soy!
No importa cómo sean las apariencias alrededor tuyo. Todas las cosas dan paso a la llegada del Señor. Yo Soy el Señor viniendo en la apariencia de aquello que soy consciente de ser. Ni todos los habitantes de la tierra pueden detener mi venida, ni cuestionar mi autoridad de ser ese ‘que Yo Soy consciente de que Yo Soy.
“Yo Soy la luz del mundo”, cristalizando en la forma de mi concepción de mí mismo. La conciencia es la luz eterna que se cristaliza sólo a través del medio de tu concepción de ti mismo. Cambia tu concepto de ti mismo y automáticamente cambias el mundo en el que vives. No intentes cambiar a las personas; ellos sólo son mensajeros diciéndote quién eres tú. Revalúate a ti mismo y ellos confirmarán el cambio.
Ahora comprenderás por qué Jesús se santificó a Sí mismo en lugar de otros, por qué para el puro todas las cosas son puras, por qué en Cristo Jesús (la conciencia despierta) no hay condenación. Despierta del sueño de condena y prueba el ‘principio de vida. Detén no sólo tu juicio sobre los demás, sino la condenación de ti mismo.
Escucha la revelación de los iluminados, “Yo sé y estoy convencido en el Señor Jesús, de que nada es inmundo en sí mismo, sino para el que estima que algo es inmundo, para él lo es”, y también, “Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que él aprueba”.
Deja de preguntarte si eres digno o no de reclamar ser lo que deseas ser. Tú serás condenado por el mundo sólo mientras te condenes a ti mismo.
No necesitas hacer nada. Las obras están terminadas. El principio por el cual todas las cosas son hechas y sin el cual nada de lo que ha sido hecho fue hecho, es eterno. Tú eres este principio. Tu conciencia de ser es esta ley eterna. Tú nunca has expresado nada de lo que no eres consciente de ser y nunca lo harás. Asume la conciencia de aquello que deseas expresar. Reclámalo hasta que se convierte en una manifestación natural. Siéntelo y vive dentro de ese sentimiento hasta que lo conviertas en tu naturaleza.
Aquí hay una fórmula simple. Saca tu atención de tu presente concepto de ti mismo y ponla en tu ideal, el ideal que hasta ahora habías pensado estaba fuera de tu alcance. Declara ser tu ideal, no como algo que serás más adelante, sino como que lo eres en el presente inmediato. Haz esto y tu actual mundo de limitaciones se desintegrará a medida que tu nueva declaración se eleva como el ave fénix de sus cenizas.
“No tengas miedo ni te acobardes delante de esta gran multitud; porque la batalla no es tuya, sino de Dios”. No luchas contra tu problema; tu problema solo vivirá mientras seas consciente de el. Saca tu atención de tu problema y de la multitud de razones por las cuales no puedes alcanzar tu ideal. Concentra tu atención completamente en lo deseado.
“Deja todo y sígueme”. A la vista de obstáculos aparentemente montañosos, reclama tu libertad. La conciencia de libertad es el Padre de la libertad. Tiene una forma de expresarse que ningún hombre conoce. “No necesitan pelear en esta batalla. Tomen sus puestos, quédense quietos, y vean la salvación del Señor con ustedes.” [2 crónicas 20:17]
“Yo Soy el Señor”. Yo Soy (tu conciencia) es el Señor. La conciencia de que la cosa está hecha, que el trabajo está terminado, es el Señor de cualquier situación. Escucha atentamente la promesa: “No necesitas luchar en esta batalla, toma tu puesto, quédate quieto y ve la salvación del Señor contigo”.
¡Contigo! Esa particular conciencia con la cual eres identificado, es el Señor del acuerdo. Él sin ayuda establecerá lo acordado en la tierra. ¿Puedes, frente al ejército de razones por las cuales no se puede hacer algo, silenciosamente entrar en un acuerdo con el Señor de que está hecho? ¿Puedes, ahora que has encontrado que el Señor es tu conciencia de ser, hacerte consciente de que la batalla es ganada? Sin importar qué tan cerca y amenazante parezca ser el enemigo, ¿puedes continuar en tu confianza, quedarte quieto, sabiendo que la victoria es tuya? Si puedes, verás la salvación del Señor.
Recuerda, la recompensa es para el que perdura. Permanece quieto. Permanecer quieto es la profunda convicción de que todo está bien; que está hecho. No importa lo que se escuche o se vea, te mantienes inmóvil, consciente de ser victorioso al final. Todas las cosas están hechas por tales acuerdos, y sin tal acuerdo nada de lo que se hizo fue hecho. “Yo Soy ese Yo Soy”.
En Revelaciones, se registra que aparecerá un nuevo cielo y una nueva tierra. Juan, al mostrar esta visión, se le dijo que escribiera, “Ya está hecho”; El cielo es tu conciencia y la tierra su estado solidificado. Por lo tanto, acepta como lo hizo Juan – “Está hecho”.
Todo lo que se requiere de ti, que buscas un cambio, es elevarte al nivel de aquello que deseas; sin detenerse en la forma de expresión, registra que está hecho, sintiendo la naturalidad de serlo.
Aquí hay una analogía que podría ayudarte a ver este misterio. Supongamos que ingresaste a un cine justo cuando la película llegaba a su fin. Todo lo que viste de la imagen fue el final feliz. Porque querías ver toda la historia, esperaste a que se expusiera de nuevo. Con la secuencia anti-climax, el héroe se muestra como acusado, rodeado por evidencia falsa, y todo lo que se necesita para sacar lágrimas de la audiencia. Pero tú, seguro en el conocimiento del final, permaneces en calma con la comprensión de que, independientemente de la aparente dirección de la imagen, el final ya ha sido definido. De la misma manera, ve al final de lo que tú buscas; presencia el final feliz de ello, conscientemente sintiendo que expresas y posees aquello que deseas expresar y poseer; y tú, a través de la fe ya entendiendo el final, tendrás la confianza nacida de este conocimiento. Este conocimiento te sostendrá a través del intervalo de tiempo necesario que toma la imagen en revelarse. No pidas ayuda al hombre; siente “Está hecho”, al decir conscientemente que ahora eres, eso que esperas ser.