“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié.” [Isaías 55: 11].
Dios te habla por medio de tus deseos básicos. Tus deseos básicos son palabras de promesa o profecías que contienen dentro de sí mismos el plan y el poder de expresión.
Por deseos básicos me refiero a tus verdaderos objetivos. Los deseos secundarios tratan con la manera de realizarlos. Dios, tu Yo Soy, te habla a ti, el estado consciente condicionado, a través de tus deseos básicos. Los deseos secundarios o formas de expresión, son los secretos de tu Yo Soy, el Padre que todo lo sabe. Tu Padre – Yo Soy- revela el primero y el último – “Yo soy el principio y el fin” [Apocalipsis 1: 8; 22: 13]. Pero él nunca revela el medio o el secreto de sus maneras; es decir, el primero es revelado como la palabra, tu deseo básico. El último es su cumplimiento – la palabra hecha carne. El segundo, o el medio, (el plan de desarrollo), nunca es revelado al hombre, sino que permanece por siempre como el secreto del Padre.
“Yo advierto a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que estan escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte de libro de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro. [Apocalipsis 22: 18- 19].
Las palabras de la profecía mencionadas en este libro de Apocalipsis, son tus deseos básicos que no deben ser condicionados. El hombre está constantemente añadiendo y quitando de estas palabras. Sin saber que estos deseos básicos contienen el plan y el poder de expresión, el hombre está siempre comprometiendo y complicando su deseo. Aquí hay una ilustración de lo que el hombre hace a la palabra de la profecía – sus deseos.
El hombre desea libertad de sus limitaciones o problemas. Lo primero que él hace luego de definir su objetivo, es condicionarlo sobre alguna cosa. Él comienza a especular sobre la manera de obtenerlo. Sin saber que la cosa deseada tiene su propia forma de expresarse, él comienza a planear cómo lo va a obtener, por lo tanto, añadiendo a la palabra de Dios.
Si, por otro lado, él no tiene ningún plan o concepción del cumplimiento de su deseo, entonces él compromete su deseo modificándolo. Él siente que si se conforma con menos que su deseo básico, él tendrá más posibilidades de realizarlo. Al hacer esto, él quita de la palabra de Dios. Individuos y naciones por igual están constantemente violando esta ley de su deseo básico al confabular y planear la realización de sus objetivos y de esta forma, ellos añaden a la palabra de la profecía, o la comprometen con sus ideales, por lo tanto, quitando de la palabra de Dios. El resultado inevitable es la muerte y plagas, o fracaso y frustración, como lo prometido por tales violaciones.
Dios habla al hombre sólo por medio de sus deseos básicos. Tus deseos son determinados por tu concepto de ti mismo. Por si solos, no son ni buenos ni malos. “Yo sé y estoy convencido en el Señor Jesús, de que nada es inmundo en sí; pero el que estima que algo es inmundo, para él lo es.” [Romanos 14: 14].
Tus deseos son el resultado natural y automático de tu presente concepto de ti mismo.
Dios, tu conciencia incondicionada, es impersonal y no hace diferencia de personas.
Tu conciencia incondicionada -Dios- le da a tu conciencia condicionada – el hombre- a través de tus deseos básicos, aquello que tu estado condicionado (tu presente concepto de ti mismo) cree que necesita.
Mientras permanezcas en tu presente estado consciente, continuarás deseando aquello que ahora deseas. Cambia tu concepto de ti mismo y tú automáticamente cambiarás la naturaleza de tus deseos.
Los deseos son estados de conciencia buscando materializarse. Son formados por la conciencia del hombre y pueden ser fácilmente expresados por el hombre que los ha concebido.
Los deseos son expresados cuando el hombre que los ha concebido asume la actitud mental que tendría si el estado deseado ya hubiese sido expresado. Ahora, ya que los deseos, sin importar su naturaleza, pueden fácilmente ser expresados por actitudes mentales fijas, debe ser dada una palabra de advertencia para aquellos que todavía no hayan comprendido la unidad de la vida y para quienes no conozcan la verdad fundamental de que la conciencia es Dios, la única realidad.
Esta advertencia fue dada al hombre en la famosa Regla de Oro – “Así que, todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos” [Mateo 7: 12].
Tú puedes desear algo para ti o puedes desear algo para otro. Si tu deseo es para otro, asegúrate que la cosa deseada es aceptable para ese otro. La razón de esta advertencia es que tu conciencia es Dios, el dador de todos los regalos. Por lo tanto, aquello que sientes y crees como verdad de otro, es un regalo que le has dado. Si el regalo no es aceptado, volverá a quien lo da.
Asegúrate entonces, que te encantaría poseer ese regalo para ti mismo, porque si fijas una creencia dentro tuyo como verdad de otro y él no acepta este estado como verdad de sí mismo, este regalo no aceptado se encarnará a sí mismo en tu mundo.
Siempre escucha y acepta como verdad de otros, aquello que tú desearías para ti mismo. Al hacerlo, estás construyendo el cielo en la tierra. “Todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos”, está basado en esta ley.
Sólo acepta como verdad de otros aquellos estados que tú con gusto aceptarías como verdad de ti mismo, para que siempre estés creando el cielo en la tierra. Tu cielo es definido por el estado de conciencia en el que tú vives, y tal estado está hecho de todo lo que tú aceptas como verdad de ti mismo y verdad de otros.
Tu entorno inmediato es definido por tu propio concepto de ti mismo, más tus convicciones respecto a otros que no han sido aceptadas por ellos. Tu concepto sobre otro – el cual no es su concepto de sí mismo – es un regalo que vuelve a ti. Las sugestiones que propagas son boomerangs, a menos que sean aceptados por aquellos a los que se los enviaste. Así que tu mundo es un regalo que tú te has dado a ti mismo.
La naturaleza de este regalo es determinada por tu concepto de ti mismo, más los regalos no aceptados que tú ofreciste a otros. No cometas ningún error sobre esto; la ley no hace diferencia de personas.
Descubre la ley de la autoexpresión y vive por ella; así tú serás libre. Con este entendimiento de la ley, define tu deseo; debes saber exactamente lo que quieres; asegúrate de que sea deseable y aceptable.
El hombre sabio y disciplinado no ve ninguna barrera para la realización de su deseo: él no ve nada que haya que destruir. Con una actitud mental fija, él reconoce que la cosa deseada ya ha sido completamente expresada, porque él sabe que un estado subjetivo fijado tiene maneras y medios para expresarse a sí mismo, que el hombre no conoce. “Antes de que clamen, yo responderé” [aprox. Isaías 65: 24], “Yo tengo maneras que tú no conoces”; “Mis caminos son inescrutables”.
Por otro lado, el hombre indisciplinado constantemente ve oposición al cumplimiento de su deseo y a causa de su frustración, él forma deseos de destrucción que firmemente cree que deben ser expresados antes de que su deseo básico pueda realizarse. Cuando el hombre descubre esta ley de una sola conciencia, él entenderá la gran sabiduría de la Regla de Oro, y entonces vivirá por ella y se probará a si mismo que el reino de los cielos está en la tierra.
Tú te darás cuenta por qué debes “Hacer con otros lo que quieres que hagan contigo”. Tú sabrás por qué debes vivir por esta Regla de Oro, porque descubrirás que hacerlo es una cuestión de sentido común, ya que esta regla está basada en la ley inmutable de la vida y que no hace diferencia de personas.
La conciencia es la única realidad. El mundo y todo lo que hay en el, son estados de conciencia materializados. Tu mundo es definido por tu concepto de ti mismo, más tus conceptos de otros – que no son los conceptos que ellos tienen de sí mismos.
La historia de la Pascua es para ayudarte a que le des la espalda a las limitaciones del presente y pases a otro estado mejor y más libre.
La sugerencia de “Sigue al hombre que lleva un cántaro de agua” [Marcos 14: 13; Lucas 22: 10], fue dada a los discípulos para guiarlos a la última cena o el festín de Pascua. El hombre con el cántaro de agua es el onceavo discípulo, Simón de Canaán, la disciplinada cualidad mental que sólo escucha los estados dignos, nobles y amables.
La mente que es disciplinada en escuchar solamente lo bueno, se deleita con buenos estados y así encarna lo bueno en la tierra.
Si tú también quieres asistir a la última cena – el gran festín de Pascua – entonces sigue a este hombre. Asume esta actitud mental simbolizada como el “hombre con el cántaro de agua”, y vivirás en un mundo que es realmente el cielo en la tierra.
El festín de Pascua es el secreto de cambiar tu conciencia. Tú quitas tu atención de tu presente concepto de ti mismo y asumes la conciencia de ser aquello que deseas ser, y así pasas de un estado a otro.
Esta hazaña se logra con la ayuda de los doce discípulos, que son las doce disciplinadas cualidades de la mente [ver el libro “Tu fe es Tu Fortuna” por el mismo autor, capítulo 18].